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Aníbal Romero

Vendrá el amanecer

Estoy convencido de que la actual dirigencia política de oposición, sin menoscabo de su buena voluntad, es incapaz de llevar adelante con éxito el enfrentamiento al régimen

En su "Viaje al amanecer", Mariano Picón Salas relata el diálogo entre su abuelo, un presunto "godo" de la época, y el coronel Basilio, representante de las tradiciones autoritarias del uso del poder en Venezuela. En un momento del intercambio, el abuelo de Picón Salas, hombre de paz, le responde a Basilio: "Yo no soy godo, ni siquiera político. La política en Venezuela se ha hecho para gentes como usted. Los que verdaderamente exponen el pellejo y no vacilan como los doctores, porque no se preocuparon de leer las leyes".
 
Bajo el actual régimen revolucionario se ha golpeado con ferocidad a la denominada Cuarta República; no obstante, vistas las cosas en perspectiva histórica, ése fue un período de predominio de la civilidad sobre la tradición militarista, grosera y abusiva del ejercicio del poder en nuestra vida republicana. Lo que hemos experimentado estos pasados años es una profunda regresión hacia lo que el abuelo de Picón Salas se refería en su diálogo con Basilio: la regresión a una Venezuela donde el poder es fuente de privilegios y no instrumento de servicio público, donde los individuos son más relevantes que las instituciones, y donde las leyes son letra muerta compilada en libritos que se enarbolan para amenazar.
 
Y sin embargo, también a través de estos años una parte sustancial de la sociedad venezolana se ha levantado con inusitada nobleza por encima de los egoísmos personales y los intereses limitados, para reivindicar su apego a la libertad y su voluntad de vivir en un país civilizado, en el que se respeten el pluralismo, el derecho a disentir, y la posibilidad de progresar en un ambiente de paz y unidad básica entre los diversos sectores que integran la comunidad política.
 
La lucha de millones por un país que "se ocupe de leer las leyes", leyes hechas para la convivencia y no para doblegar a los otros, esa lucha –repito– se encuentra entre las epopeyas más hermosas y enaltecedoras de nuestro devenir como pueblo. En el proceso se han destacado de manera singular las mujeres venezolanas, que con tenacidad a toda prueba, perseverancia y espíritu de sacrificio, han demostrado una y otra vez que no permitirán que la regresión al pasado despótico se consume definitivamente. Han sido las mujeres las que primero tomaron conciencia de la naturaleza de la amenaza que se cierne sobre la Patria, y las que con mayor esfuerzo se han comprometido a movilizar las reservas de energía ciudadana que somos capaces de desplegar.
 
Ahora se abre para el país una nueva etapa de la resistencia contra la revolución que nos arruina material y moralmente, que nos divide y degrada, que nos une a las corrientes más oscuras de la política internacional, y que busca someternos al tipo de existencia en que los que gobiernan jamás permiten su relevo democrático, y sólo actúan para eternizarse en el poder.
 
Lo ocurrido estas pasadas semanas tiene que ser debatido, y las lecciones aprendidas por los que queremos una Venezuela libre. La dirigencia opositora que tuvo la responsabilidad esencial de la lucha debe ceder su paso a un relevo generacional, encarnado en rostros e ideas nuevas. Los que adoptaron una actitud a medio camino entre el apoyo al régimen y los gestos retóricos de oposición deben definirse y abandonar su hipócrita ambigüedad. La sociedad civil debe entender que la resistencia a un régimen como el que nos gobierna exige organización, sentido de la oportunidad, desarrollo de diversas tácticas de lucha, y la voluntad de sumar a los vastos sectores populares que desean un futuro mejor.
 
Estoy convencido de que la actual dirigencia política de oposición, sin menoscabo de su buena voluntad, es incapaz de llevar adelante con éxito el enfrentamiento al régimen. Tal vez se haya abierto para Venezuela un largo período de sombras, o tal vez la dinámica política se acelere y anuncie perspectivas para un cambio positivo en el futuro cercano. Mas es indudable que se requiere un relevo en el liderazgo de oposición, un llamado a la resistencia cívica y democrática acompañado del trabajo sincero para incorporar, en las primeras filas de la lucha, a las mujeres y los jóvenes, a las múltiples organizaciones de la sociedad civil, y a las regiones, desde donde deben surgir las iniciativas claves de la nueva etapa de lucha ciudadana.
 
Tengo serena confianza en que la luz de la civilidad se impondrá sobre los nubarrones de una Patria sometida a los dictados de un nuevo "Coronel Basilio", de un típico personaje de los retratados en novelas como "Yo el supremo" de Roa Bastos, "El señor Presidente" de Asturias, "El recurso del método" de Carpentier, "El otoño del patriarca" de García Márquez" o "La fiesta del chivo" de Vargas Llosa. Un personaje que no puede vivir sin agredir, que no admite conciudadanos sino súbditos, y que pretende destruir a los que se le oponen o transformarles en títeres de sus deseos de poder sin fin.
 
No cesaremos de luchar hasta que, de nuevo, llegue el amanecer.
 
© AIPE

Aníbal Romero es profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.

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