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Antonio José Chinchetru

Egos desatados

Dudo que casi la mitad de los periodistas con su propia página tengan que estar realmente preocupados por lo que les repliquen unos cuantos exaltados.

La Asociación de la Prensa de Madrid asegura que el 46% de los periodistas con página web propia (lo que debe de incluir bitácoras y otros formatos) ha recibido amenazas por lo que ha publicado en la misma. De ser cierto ese dato, algo que me permito poner en duda, habría que explicar qué tipo de amenazas ha recibido. En Sobre la Red 2.0, blog especializado que mantengo desde marzo de 2003, he recibido todo tipo de insultos tanto en los propios comentarios que dejan los lectores como a través de correos electrónicos (desde llamarme nazi hasta decir que soy igual que Madrazo, pasando por "anticatalán", "enemigo de la unidad de España" o el típico "fascista"). Ha habido incluso quien me ha deseado que me ocurran cosas poco agradables para mi integridad física. Sin embargo eso no tiene la mayor importancia. Es algo a lo que está expuesto todo aquel que publica algo en la red.

Considerar eso, o incluso comentarios anónimos de algún descerebrado en el que se le diga a alguien que le van a partir la cara, como una amenaza digna de ser tenida en cuenta es exagerado. Ese tipo de intervenciones entra dentro de la lógica de la red, un espacio donde convive lo mejor con lo peor del ser humano, y no tiene mayor importancia.

Dudo que casi la mitad de los periodistas con su propia página tengan que estar realmente preocupados por lo que les repliquen unos cuantos exaltados. Motivo de preocupación lo tienen aquellos periodistas que viven bajo la amenaza constante y real de ser asesinados por una organización terrorista. De esos hay muchos, en muchos medios de comunicación. España es un país donde personas enfrentadas ideológicamente y que trabajan en medios rivales tienen en común estar en el punto de mira de ETA. Tratar de compararse con ellos es simplemente una desfachatez.

Estamos en un país donde demasiados compañeros de profesión han perdido la vida asesinados por el fanatismo etarra y otros han sido víctimas de intentos fallidos de atentados. En una España donde bastantes periodistas van con guardaespaldas y otros informadores u opinadores viven bajo la constante presión de los terroristas (algo desgraciadamente habitual, especialmente en el País Vasco), es indecente que alguien que ha recibido un insulto o una respuesta agresiva en su bitácora diga sentirse amenazado. Eso no tiene más importancia que las cartas al director que, un día sí y otro también, se reciben en todas las redacciones insultando y deseando lo peor del mundo al medio en cuestión o a alguno de sus empleados o colaboradores.

Miremos las cosas con cierta distancia. El dato que da la Asociación de la Prensa de Madrid sólo sirve para crear un alarmismo que no tiene ninguna base real. Además de la triste realidad que supone el terrorismo, la libertad de expresión en Internet en España se enfrenta a riesgos muy superiores al que suponen unos lectores desmadrados. No bromeemos con estos temas y fijémonos en los auténticos motivos de preocupación. No apuntemos el foco hacia un lugar equivocado.

Ninguna bitácora ni web personal de un periodista en España es tan importante como para ser objeto de amenazas dignas de tener en consideración. Su influencia no es tan grande como para que eso ocurra. Tal vez sucede que en Internet, incluso más que en el periodismo tradicional, hay demasiados egos desatados.

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