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Antonio José Chinchetru

El asesino y sus videojuegos

Los directivos de Coop Norway han tomado una medida que tan sólo afecta a su negocio y no han exigido que se aprueben leyes para que otros actúen como ellos. Su decisión es totalmente legítima.

¿Qué es lo que convirtió a Andrés Breivik en un asesino en masa? Algunos tratan de responder a esta pregunta según sus propios prejuicios. Así, hemos visto destacar del autor del doble atentado de Noruega aspectos como su autodefinición como cristiano, su adscripción a la masonería o algunos de los libros que cita en su Manifiesto. Este terrorista nórdico responde a una ideología tan compleja y contradictoria que permite que se le identifique casi con cualquier cosa, cuando no responde en la práctica a ninguno de los esquemas políticos que estamos acostumbrados a manejar. Eso sí, se acerca mucho al mismo nazismo que el propio Breivik dice rechazar. En cualquier caso, como brillantemente ha explicado Carlos Alberto Montaner, es un ejemplo claro de "maldad ideológica".

Dicha maldad, sin embargo, es difícil de concebir para muchos. Aunque los ejemplos son numerosos y monstruosos (Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot y otros muchos), a la mayor parte de las personas nos cuesta aceptar que puedan existir personas que racionalmente transforman su ideología en una ética que justifica los actos más viles. Por ese motivo, son legión quienes califican a Breivik de loco y buscan las causas de su "maldad patológica". Y uno de los motivos a los que apuntan, no podía fallar, es a su afición a los videojuegos de guerra. Eso ocurre a pesar de que no hay pruebas que vinculen este tipo de entretenimientos con el ejercicio de la violencia real.

No debe, por tanto, sorprender que la cadena de tiendas Coop Norway haya decidido dejar de vender, al menos de forma temporal, los videojuegos "de tiros" a los que era aficionado Breivik. Hay que reconocer que, al menos, no se atreve a vincular de forma directa este entretenimiento con las acciones asesinas del terrorista nórdico, y justifica la medida en querer evitar un dolor extra a las familias de las víctimas. Además, hay una diferencia fundamental entre esta medida y la prohibición total o parcial decretada por políticos como Hugo Chávez o Arnold Schwarzenegger.

Los directivos de Coop Norway han tomado una medida que tan sólo afecta a su negocio y no han exigido que se aprueben leyes para que otros actúen como ellos. Su decisión es totalmente legítima. Si se pretendiera que desde el Estado se obligase a otros a imitarles, entonces sí estaríamos ante una búsqueda de la censura y, por lo tanto, ante una acción contraria a la libertad.

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