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Antonio José Chinchetru

El necesario dedo acusador

Los ciudadanos de las democracias no debemos desentendernos del asunto. Nuestros Gobiernos pueden tener la tentación, en la que caen demasiado a menudo, de creer que se puede contemporizar con los tiranos.

Que en el mundo existen gobiernos que reprimen la libertad de expresión en la Red con las más variadas técnicas –desde el encarcelamiento de "ciberdisidentes", como ocurre en China, Egipto, Túnez y varios lugares más, hasta la prohibición de acceder a la Red sin permiso del Régimen, como sucede en Cuba, y pasando por métodos más imaginativos a la iraní– no es ningún secreto. Que esta realidad daña a millones de seres humanos que viven sometidos a dichas dictaduras, tampoco lo es. Al igual que es cierto, aunque no resulte tan obvio, que la situación perjudica a todos los internautas del mundo, porque nos impide conocer informaciones y opiniones cuyo origen esté en los países que sufren esos sistemas autoritarios.

Por todo ello es positiva cualquier acción destinada a denunciar la situación. Así se ayuda a concienciar a los habitantes de los países donde sí gozamos de la libertad de expresión que se les niega a quienes viven en ciudades como La Habana, Teherán o El Cairo, además de suponer un aviso a nuestros gobiernos para que actúen frente a esos dictadores y dejen de comportarse en ocasiones en cómplices, activos o pasivos, de los censores de la Red. Si se quiere ayudar a las poblaciones sometidas a dictadores que les recortan los más elementales derechos de las personas (no sólo la libertad de expresión en la Red o fuera de ella, por supuesto) se debe denunciar y presionar a sus tiranos. Lo que nunca ha de hacerse es tratar de entenderse con estos últimos en aras de una supuesta "estabilidad" que, a la larga, se muestra ficticia y peligrosa para todos menos para el dictador de turno.

Los ciudadanos de las democracias no debemos desentendernos del asunto. Nuestros Gobiernos pueden tener la tentación, en la que caen demasiado a menudo, de creer que se puede contemporizar con los tiranos. Para evitar que esto ocurra, o para conseguir que sea menos frecuente de lo que es, somos nosotros quienes debemos actuar para que nuestros gobernantes se sientan presionados. Por eso mismo es una obligación moral participar en todo tipo de acciones destinadas a denunciar a los enemigos de la libertad, como la recién realizada por Reporteros Sin Fronteras (RSF) con la colaboración de más de 25.000 internautas de todo el mundo.

Esta es una campaña de verdad, en la que se señala claramente quienes son los "enemigosde Internet", los que impiden que la Red sea libre. No cae en elcinismode Amnistía Internacional de emprender una acción contra la censura sin denunciar a los censores. RSF dice, y muestra en unmapa, cuales son los países donde los gobernantes restringen o anulan totalmente la libertad online. Tal vez no sirva para mucho, pero de menos sirve no apuntar con el dedo acusador. El silencio cómplice es mucho peor.

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