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Antonio José Chinchetru

Los del Gordo la montan gorda

La lotería es algo muy jugoso para quienes gozan del privilegio, otorgado por el poder, de venderla. Son ellos los que reparten los beneficios sin, hasta ahora, tener que hacer frente a nuevos competidores que tal vez sepan promocionarse mejor.

Cada vez que se habla sobre una futura liberalización –y por tanto sobre una mayor libertad– gran parte del sector afectado por ella monta en cólera. Es lógico, sus privilegios están en peligro; y los loteros no van a ser una excepción. Están estos señores enfadados por el hecho de que vayan a perder el monopolio de la venta de la Lotería Nacional y otras apuestas del Estado. Seguramente tengan razón en quejarse de la opacidad con la que el Gobierno está preparando la reforma legislativa, pero nada más. El resto de sus argumentos son propios de los que quieren seguir beneficiándose de una ya antigua situación que perjudica al resto de la sociedad.

Como todo aquel que pretende mantener una situación de privilegio, estos señores quieren convencernos de que tienen la razón diciéndonos que defienden nuestros intereses. Nada mejor que tratar de aparentar generosidad con el resto de la sociedad para proteger el propio lucro. Las organizaciones del sector se muestran especialmente preocupadas e indignadas por el hecho de que se vaya a poder vender lotería por internet, cuando en realidad se están quejando de que esta transacción pueda hacerse en sitios web que no sean los suyos. Es comprensible, se han disparado las compras de décimos a través de la red y ellos quieren cerrar este canal a la competencia o, directamente, impedir que se siga desarrollando por no estar, en muchos casos, dispuestos a adaptarse.

Argumentan las organizaciones de loteros que la liberalización en general –y en internet en particular– "abre un vacío legal tremendo" debido a que los operadores on line tienen sus sedes en paraísos fiscales y no pagan impuestos, lo que daña a la Hacienda Pública. Si eso fuera cierto, no me parecería mal. Nunca me he creído eso de "Hacienda somos todos", más bien pienso que "Hacienda nos roba a todos". Pero es que, además, da igual que el vendedor tenga su sede en Malta. Cuando adquiere el décimo para después venderlo a un tercero, a quien se lo compra es al Estado.

También nos dicen que la liberalización dañará a la Lotería, tanto en su imagen como en ventas. Este argumento no se sostiene. La imagen de estos sorteos no tiene nada que ver con el lugar donde se compran los décimos. Y aunque fuera cierto, ¿acaso hay que renunciar a mayores cuotas de libertad para mantener el modo en el que los ciudadanos perciben lo que no es otra cosa que un mecanismo del Estado para sacarles todavía más dinero? Y sobre las ventas, nos dicen que la existencia de más puntos de distribución no implica que haya más personas que compren. Pero ésa es la clave: la competencia.

La lotería es algo muy jugoso para quienes gozan del privilegio, otorgado por el poder, de venderla. Son ellos los que reparten los beneficios sin, hasta ahora, tener que hacer frente a nuevos competidores que tal vez sepan promocionarse mejor y que les puedan quitar una parte del pastel. No saben en propias carnes qué es competir, y casi seguro no sabrán afrontarlo. Por eso pretenden que los compradores de lotería sólo puedan acudir a ellos, ya sea en internet o fuera de ella.

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