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Antonio José Chinchetru

Patentar la idiotez

Puestos a patentar, a uno le entran ganas de registrar la idea de que alguien pueda perpetrar estupideces o actuar de manera absurda. Sería la patente de la idiotez. A quien se la concedieran podría forrarse.

Hay quienes defienden la necesidad de las patentes (que no son otra cosa que monopolios sobre ideas concedidos por los Estados a quienes dicen haberlas tenido en primer lugar) para asegurar la innovación y la creatividad. Su argumento es discutible en la mayor parte de los casos, pero en otros es sencillamente estúpido. Esto es así, sobre todo, en lo referido al software y a internet. En estos supuestos lo que se patenta no es, por lo general, el modo concreto de realizar un proceso o un servicio on line determinado. El monopolio que se obtiene es sobre la idea misma de que ese proceso o servicio puede ser hecho.

El último ejemplo es la patente sobre las redes sociales que le ha sido otorgada a Amazon. El gigante de la venta minorista on line es ahora el "propietario" de la idea de que un servicio de internet permita que las personas se identifiquen unas a otras y se otorguen permisos entre sí para ver información personal de cada uno. En definitiva, las autoridades gubernamentales han transformado a una empresa en dueña de la idea sobre la que están construidas las redes sociales. Se trata de un absurdo absoluto, que permitiría a Amazon presentar demandas contra Facebook y otros servicios similares (como el fracasado Orkut de Google).

La lógica que permite este absurdo es la misma que permitiría patentar el unir por un lado muchas páginas de papel sobre las que hay palabras impresas que cuentan una historia o explican ideas o conocimientos técnicos. Esto es, producir libros. Nadie sería capaz de sostener que esto fomenta la innovación o la creatividad. Al contrario, cualquiera pensaría que supone un freno al desarrollo de la civilización. Sin embargo, en materia de internet o de software quieren hacernos creer que es positivo.

Puestos a patentar, a uno le entran ganas de registrar la idea de que alguien pueda perpetrar estupideces o actuar de manera absurda. Sería la patente de la idiotez. A quien se la concedieran podría forrarse. Para empezar, deberían pagarle aquellos que creen que Amazon tiene derecho al monopolio de la idea de las redes sociales.

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