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Antonio José Chinchetru

Sarkozy offline

Al encarecer la conexión a internet con una tasa que se sume a las ya existentes, lo único que se consigue es que los potenciales usuarios se lo piensen más antes de contratar el acceso y que alguno decida no hacerlo.

El que para algunos era la gran esperanza del liberalismo en Francia (aunque tampco es que para eso haga falta mucho, dado lo enfermo de estatalismo que está el país), Nicolas Sarkozy, demuestra una y otra vez que es incapaz de marcar distancias con el tradicional intervencionismo galo. Los dos últimos ejemplos los encontramos en políticas referidas a internet.

El inquilino del Eliseo ha decidido gastar otros 99 millones de euros en revivir esa paletada franco-alemana (ahora cien por cien francesa) llamada Quaero con el que se pretende competir con Google. El proyecto, impulsado por Chirac y Shöeder y con un gasto inicial previsto de entre 450 y 1.000 millones de euros, pareció irse al traste cuando Merkel fue nombrada canciller de Alemania. La democristiana decidió sacar a su país de esta mala y vulgar copia del buscador más popular del mundo y la idea parecía finiquitada.

Pero no, Sarko ha decidido jugar a científico loco de relato de terror y trata de revivir a la criatura muerta. Sólo que en vez de utilizar electricidad o alguna pócima de su invención, lo hace con el dinero de los contribuyentes, dándoselo a unas empresas que lo recibirán con alborozo aunque seguramente no crean en el proyecto. Y en Bruselas, encantados. Ya sabemos que todo lo que no suene a libre mercado gusta mucho en la ciudad de los eurócratas.

Lo que no parece gustarles tanto, aunque no se oponen del todo, es la otra genialidad del marido de Carla Bruni. El presidente francés pretende que la televisión pública se financie a través de un impuesto sobre las conexiones a Internet y otro sobre los anuncios que emitan las cadenas privadas. Esto último, a lo que la Comisión Europea no tiene nada que oponer, ya es de por sí demencial. No sólo se obliga a las emisoras que no son propiedad del Estado a competir con un rival tan innecesario como ineficiente. Además se pretende estropear sus cuentas (al encarecer su publicidad tendrán menos clientes o deberán rebajarla, en cualquier caso perderán dinero) para mantener vivo a ese competidor desleal. Pero al menos entra en la lógica de cualquier intervencionista tradicional.

Pero lo del impuesto a las conexiones a internet ni tan siquiera responde a dicha lógica. La única relación entre internet y televisión es que los usuarios de la red pasan menos tiempo frente a la pequeña pantalla que el resto. La idea de Sarkozy tan sólo servirá para mantener vivo a un monstruo (todas las televisiones públicas lo son) que debería desaparecer a costa del avance de internet en Francia. Al encarecer la conexión con una tasa que se sume a las ya existentes, lo único que se consigue es que los potenciales usuarios se lo piensen más antes de contratar el acceso y que alguno decida no hacerlo. Y esto es una idea del mismo que gasta el dinero de esos contribuyentes en una paletada como Quaero.

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