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Antonio López Campillo

2. Los postmodernos

Entre los apocalípticos están los postmodernos y entre estos destaca Foucault, posiblemente el más inteligente de todos. Fue un hombre brillante que se ocupo de la historia de un modo original, para él es una sucesión de "bloques" (épocas) sin conexión entre ellos, es decir que en cada "bloque" domina un "episteme" diferente y especifico, pasándose de un "episteme" a un otro por mutación brusca, rechazando toda transición histórica, lo que elimina el tiempo como generador del cambio. La discontinuidad absoluta entre los "bloques" es la ley. Foucault lo que hace es desenterrar los diferentes epistemes y estudiarlos uno a uno, es por eso que bautiza su método histórico como "arqueología".
En Foucault el tiempo como proceso no existe, el hombre como agente activo de la historia tampoco. Lo que le sitúa como miembro de honor del, por emplear su terminología, "episteme" postmoderno. En Foucault el hombre se eclipsa como fundamento del pensamiento.

Es curioso que Foucault se aproxime al anarquismo en cuanto desconfía de las instituciones, incluidas las revolucionarias. Para los anarquistas clásicos, las instituciones eran fuentes de poder fuera de control y son un poder controlado por unos pocos individuos. Los individuos en las instituciones generan el poder, por ello la lucha contra el poder es la lucha contra las instituciones y los hombres que las manipulan. El poder en Foucault es algo difuso y que escapa a la acción humana, el poder es algo que está ahí y que escapa a la acción de los hombres. Foucault es en realidad un neoanarquista, pero a diferencia de los clásicos es irracionalista y negativista en el sentido que niega toda acción posible contra el poder. Si en el anarquismo la utopía juega un papel importante, como esquema de lo que hay que hacer por faltar en esta sociedad, para el neoanarquismo no es posible construir, solo negar. Para Foucault y sus seguidores, no es la utopía la que puede guiar a una sociedad mejor, son las experiencias locales actuales las que tienen en su seno el futuro, como la droga entre otras.

La noción de poder en estos neoanarquistas impide oponerse al poder, es que el poder está en todas partes y oprime en todos los sitios, su misma generalización hace que sea inalcanzable, e impide su localización precisa y su análisis riguroso, cosa que los foucaldianos consideran una tontería, una inutilidad. Reducir, como hace este autor, toda relación social a una relación de poder, impide su conocimiento y toda capacidad de modificación o mejora. Posiblemente las ideas foucaldianas acaben liquidando el anarquismo, como tratan de acabar con toda crítica razonable de la sociedad.

Las ideas de Foucaul, que van entrando en nuestro país por vías muy variadas, son aceptadas por una característica de su doctrina, lo que se ha llamado neoanarquismo es en realidad un nihilismo un poco especial, pero de fácil aceptación, pues su "cinismo subversivo", es decir predicar contra las instituciones desde lo más alto de las instituciones y permanecer en ellas, permite no ya ser un nihilista de salón, ser algo más "moderno", ser un predicador de un nihilismo de cátedra, el que ha fundado y ejercido Foucault.

Foucault es un ejemplo, el más inteligente, de los postmodernos. Su teoría del poder genera temor, al no poder hacer nada, y justifica, entre líneas, la sumisión a ese poder omnipresente. En él también hay una crítica de la noción de verdad que es común a los otros "apocalípticos". Y como ellos, es un enemigo de la Ilustración en la que ven la fuente de todos los males de nuestra sociedad. Es él quién ha dado el mejor fundamento filosófico a la idea de que todas las culturas son "equivalentes".

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