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Antonio López Campillo

Atentado contra Arafat

Un joven de 20 años con una mochila cargada de explosivos entra en una discoteca de Tel Aviv y acciona el dispositivo que hace explosionar el contenido de la mochila: 21 jóvenes muertos y más de 120 heridos; es el efecto inmediato producido por el joven "mártir" musulmán. El efecto profundo es la descalificación del líder palestino Yasser Arafat.

Trece organizaciones agrupadas en el Comando Central Nacional e Islámico, anuncian que no obedecerán la orden de alto el fuego decretada por Arafat y que respondía a la exigencia del Gobierno hebreo. Entre las trece organizaciones se encuentran Al Fatah, la organización del mismo Arafat, la Yihad y Hamas. Ya no se trata de unos grupos terroristas, la Yihad es una organización fuerte y con bases fuera de Palestina y lo mismo sucede con Hamas, que ha proporcionado el joven kamikaze. Ambas, Yihad y Hamas, poseen estructuras organizativas y apoyos internacionales, en el Islam, importantes. A estos se une Al Fatah, el "partido" de Arafat. Este último no tiene suficiente fuerza, ni ya prestigio, para actuar con una mínima eficacia, como interlocutor en un proceso político de paz, y menos en un proceso armado. Los explosivos del joven Hutari han producido 120 heridos, la muerte de 21 jóvenes judíos y la muerte política del líder palestino.

Este atentado ha demolido el esquema, generalmente aceptado, de la posibilidad de establecer la paz mediante un acuerdo entre el Gobierno de Israel y la Autoridad Palestina. Pues parece que no hay Autoridad Palestina aceptada por las "fuerzas armadas" de los palestinos. En una posible mesa redonda" han de participar, a lo menos: Al Fatah, Yihad, Hamas y diez organizaciones más. De no ser así, cualquiera de esas organizaciones puede lanzar un "mártir" con bombas en un mercado de Israel en el momento de la reunión y esta se acaba. Lo grave es que no serán trece, ya que en cualquier momento puede surgir otra organización islámica con capacidad de hacer explotar algo. El asunto se presenta mal.

Los partidarios de las simetrías ven por un lado un kamikaze musulmán y por otro un colono judío. Pero no hay simetría, pues a un lado hay la capacidad de controlar, por ser un estado democrático, mientras que por el otro no, ya que la disolución, en la realidad, de la Autoridad Palestina nos dice que no hay control político en Palestina. El problema palestino hoy se reduce a la pregunta: ¿Con quién dialogar?

La implantación de nuevas colonias en los "territorios" ha pasado a segundo plano, ahora, el cinco de junio de 2001, el cese de las implantaciones no puede impedir los atentados. Hay una asimetría política profunda entre Israel y Palestina, lo que hace que sean poquísimos elementos de una de las estructuras políticas que correspondan con los de la otra, lo que hace la comprensión mutua, él diálogo extremadamente difícil, por no decir imposible.

Este atentado, al poner al descubierto la descomposición del Comando Central Nacional e Islámico, base política de la Autoridad Palestina, anuncia un periodo nuevo, una etapa diferente en el conflicto isrealo-palestino. Los datos del problema son ya otros. Ese es el problema.

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