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Antonio López Campillo

La descortesía española

Que el ministro de asuntos exteriores de Marruecos no fuese a recibir en el aeropuerto a la ministra española, ni la recibiese a la puerta del ministerio, ni todo lo demás, les ha parecido a muchos una descortesía por parte del ministro del rey de Marruecos. En realidad, era lo que podía esperarse. Las personas que han criticado lo sucedido no han escuchado los consejos de los multiculturalistas, que se pasan el día diciendo que hay que respetar las otras culturas; cosa que tampoco hicieron los gobernantes españoles y, por ese descuido, ha pasado lo que ha pasado.

Marruecos tiene una cultura diferente de la nuestra y cuando se va al reino alauita hay que tenerlo en cuenta. Ya lo decía el viejo dicho español: "Donde fueres, haz lo que vieres". Y esto había que haberlo tenido en cuenta en las relaciones diplomáticas más que en las visitas turísticas, pues en los asuntos diplomáticos las televisiones dan cuenta de lo que sucede, y lo que sucede lo ve todo el mundo, principalmente los ciudadanos del país visitado, razón por la cual hay que tener mucho tiento en esto de la diplomacia.

Marruecos es un país musulmán practicante, la saria es ley respetada y el rey es descendiente de Mahoma; a esto hay que añadir que se ha producido un renacer arrollador de la ortodoxia religiosa, lo que aquí conocemos como islamismo, y la ortodoxia verdadera no permite desviaciones de la línea justa en los dirigentes del país. Los ortodoxos han criticado las proposiciones "modernizadoras" del soberano, cosa que no es buena para la monarquía, que ha sabido rectificar a tiempo. En estas condiciones hubiera sido mal visto por los creyentes verdaderos que un ministro musulmán recibiera y diera la mano a una mujer, ser humano que vale la mitad que un varón, según la revelación de Dios, es decir, el Santo Corán. Texto santo que no puede modificarse si no se modifica al mismo tiempo el que esta el paraíso, del que este es una copia fiel.

Un musulmán, fuese ministro, dando la mano en público –es decir tratando de igual a igual a una mujer– es algo parecido a lo que aquí llamamos un escándalo. Un musulmán responsable no debe dar un mal ejemplo. Esto explica lo que le ha sucedido a la ministra española durante su visita oficial en Marruecos.

Sin duda, otras razones han contribuido al desaire marroquí; pero el religioso es uno más, sobre todo si los súbditos son fervorosos creyentes, como es el caso de Marruecos. Hay que evitar yerros como ese. Da escalofríos pensar lo que hubiera podido suceder si se hubiera mandado una sección de mujeres soldados para recuperar la isla Perejil.

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