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Antonio López Campillo

La pasión ciega la razón

En ciertos casos la pasión vuelve miopes a los apasionados. Es el caso de ciertos políticos. Los dirigentes socialistas, en su afán explicativo, parece que se han vuelto cortos de vista. Dicen que el atentado de Casablanca contra españoles es el fruto, trágico, de la política proamericana del gobierno español. Al apoyar el ataque contra el Irak de Sadam, España se ha ganado el odio de los musulmanes, que se vengan con bombas contra civiles.

La visión de estos políticos llega hasta Marruecos. En el Sudan los mismos islamistas han volado templos de cristianos y animistas, y han ejecutado muchos miles de infieles sudaneses. Para explicar lo sucedido en el Sudan (y en Indonesia y Nigeria), habría que mostrar que esos infieles, lejanos, habían pactado con los yanquis el ataque contra el Irak, y por esos les han dinamitado y asesinado. Puede ser que las razones de los islamistas, (Ben Laden y Al Qaida son expresiones del islamismo), sean más serias y profundas.

Hay un punto en los atentados de Casablanca que pueden indicar que estos políticos a más de padecer una miopía severa, tiene un ángulo de visión algo reducido. En ese punto de Marruecos los islamistas no atacaron ningún centro de los Estados Unidos, que los hay, y que parece ser que intervinieron en Irak con mucha más contundencia que España. Los objetivos fueron hoteles y centros culturales, sitios donde suele haber una concentración de personas, y el impacto propagandístico del atentado es mayor por el número de víctimas "logradas".

Esas declaraciones podrían indicar que el rechazo de apoyo a los Estados Unidos en su ataque a Irak, por parte de estos políticos, estaba fundado, no en el carácter erróneo o inmoral de esa acción, sino por el temor a una respuesta terrorista de los islamistas.

No hay que olvidar que el objetivo de todos los terrorismos es atemorizar a la población, conseguir así que su política, sus objetivos, sean aceptados sin rechistar. El ejemplo citado parece indicar que lo van logrando. Si la pasión ciega la razón, el temor la paraliza.


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