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Antonio López Campillo

Los priones o los efectos de la ignorancia

Los 160.000 millones de pesetas aprobados este miércoles por la Unión Europea no bastarán para atajar el mal de las vacas locas. En 24 horas se ha demostrado que la cantidad se queda corta. Los ganaderos de toda Europa han entrado en una crisis sin precedentes y muchos quedarán arruinados. Los riesgos posibles parece que son importantes, pero nadie sabe lo que está pasando realmente, ni al nivel económico, ni al biológico, ni al social. Todos tratan de hacerlo lo mejor posible pero, como la ignorancia no se compensa con buena voluntad, en muchos casos los riesgos pueden aumentar. Es una catástrofe europea de muy buena talla. Pero, es también una alerta muy importante.

En los últimos años del siglo XX, en una de las zonas más desarrolladas del planeta Tierra, se pone en evidencia un desprecio casi general sobre asuntos vitales: Salud, alimentación, conocimiento de lo que las ciencias saben, y la importancia de la verdad como valor de cohesión social. Desprecio que cristaliza en ignorancia supina. Ignorantes, pero no tontos, los ciudadanos empiezan a preocuparse por la debilidad de lo que saben y se preguntan si no habrá otras barbaridades escondidas por ahí. Se vuelve a hablar de las dioxinas, de los antibióticos que se añaden a los alimentos de los animales destinados al consumo humano, de las hormonas para el ganado, de las bacterias que puede haber en los alimentos expuestos al aire, de los efectos de los teléfonos móviles, de la contaminación del agua potable, y de muchas cosa más que se deben tener en cuenta, y que habría que pedir cuentas de cómo se manipulan.

Todo el mundo sabe, o sabía, que las vacas son animales herbívoros. A alguien se le ocurrió que las vacas podían engordar más deprisa comiendo harinas hechas con residuos animales; el resultado de ese “olvido” es el mal de las vacas locas. Los seres vivos, carnívoros, herbívoros u omnívoros, son organismos, estructuras biológicas, en los cuales el sistema inmunitario es el adecuado a su naturaleza, y el metabolismo es el que corresponde a su modo de alimentarse. Cambiar radicalmente de herbívoro a carnívoro tiene consecuencias graves, se ha visto con lo de los priones. El pasotismo en lo que toca a la vida de otro es un crimen. El ¡qué más da! Es algo que debería perseguirse. Poner en venta productos o mecanismos sin tener en cuenta sus consecuencias implica una falta de conocimientos sería y una ausencia total de una mínima moral.

Las vacas locas nos van a obligar a repensar entre otras cosas la educación impartida en los centros de enseñanza, y en casa, pues la crisis actual ha puesto de relieve la incapacidad de pensar con lógica. Esto último lo han demostrado los industriales y los responsables políticos al abordar el asunto. Otro punto débil es la pésima información científica impartida en los centros de enseñanza, como lo han demostrado casi todos los que han hablado del tema priones. Y lo más grave es la “mostración” –que no demostración– de la ausencia general de moral. La inmoralidad se ha mostrado “experimentalmente”.

Las carencias son graves y extensas, lo que nos indica la dificultad de salir de esta situación. En esta sociedad, en su actuar diario, se van perdiendo valores que fueron precisamente los que la fundaron y permitieron su desarrollo. El momento es serio.

Se buscan chivos expiatorios: Los fabricantes de harinas, los ganaderos, los políticos... pero no se encuentran, pues todos ellos son, como nosotros, ignaros e inconscientes de serlo. Así va ello.

El resultado es que no hay chivos expiatorios, pero tenemos una hecatombe.

[hecatombe = sacrificio de cien vacas, en griego]

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