Menú
Antonio López Campillo

Más entusiasmados que informados

Los atentados islámicos de los últimos tiempos han levantado una ola de inquietud que ha conducido a un temor generalizado frente a lo musulmán, que aparece como un peligro para el resto del mundo. Ante esta situación, los imanes de mezquitas en el mundo occidental y los intelectuales interesados por el mundo islámico intentan contrarrestar esa mala fama haciendo declaraciones en las que afirman que la cultura musulmana no es fuente de peligros. Que los islamistas son unos fanáticos que deforman la doctrina. Se comprende que traten de atenuar el temor que despierta el Islam.

Algunos de estos defensores son intelectuales enamorados del modo de vida que existe en el mundo musulmán, en particular en el Magreb. Nos dicen que hay intelectuales musulmanes se han opuesto desde hace años al extremismo religioso, que lo que sucede, por ejemplo, en Argelia es el fruto de una contaminación del virus afgano, pero que esa religión es de paz, y que en ella todos los seres humanos son iguales, y que lo que sucedía en Afganistan era una anomalía debida a unos excitados.

Curiosamente hay "anómalos" en todos los países musulmanes, sin excepción. Que esos "anómalos" atraen a masas cada vez mayores y lo consiguen basándose, doctrinalmente, en el Corán, del que hacen una lectura directa y simple. Los islamistas, los "anómalos" de los intelectuales occidentales, representan hoy el movimiento, con pequeñas variantes, del renacer del Islam ante la occidentalización de los gobiernos musulmanes. No es más que una vuelta al Islam ortodoxo. La occidentalización ocultaba los valores del Islam.

Los islamistas sólo pretenden que la ley musulmana, la saria, sea la ley civil de cada país. Es decir, la aplicación real de los mandamientos de su religión, que no reconoce la separación de la "iglesia" (que, en su caso, no existe) del estado, y esa pretensión conduce a situaciones como la vivida en Afganistán, donde imperaba un estado teocrático, al estilo musulmán, sin más.

En África del Norte, unos estados dictatoriales, autoritarios, se enfrentan con movimientos islamistas masivos; el resultado es que en Argelia, por ejemplo, ese enfrentamiento produce muchas más víctimas mortales que las que resultan del enfrentamiento entre palestinos e israelitas. Pero esto no parece inquietar a nadie, es como si lo considerasen natural, y eso es inquietante, ya que muestra una fuerte disimetría moral en los intelectuales occidentales enamorados del mundo islámico. A éstos no les preocupa el que el Corán declare a la mujer inferior al hombre, que aconseje matar a los enemigos de la fe. Parece como si esperasen que sus amigos un día corrijan eso. Olvidan que el Corán no se puede manipular, y lo que están exigiendo estos compañeros de viaje a sus amigos es que se comporten como Mustafá Kemal Ataturk, que no es precisamente un santo de su devoción.

Esperar que los musulmanes dejen de seguir los mandamientos del Corán es un indicio seguro de que estos compañeros de viaje están más entusiasmados que informados sobre lo que es el Islam. Su pasión les ciega. Ya se sabe que cuando los dioses quieren perder a alguien lo primero que hacen es cegarles. A lo que hay que añadir que están tan impregnados de esa cultura que han olvidado la propia, donde eso de que "la verdad os hará libres" es de curso legal (aún).

Este artículo, junto a otros de Pío Moa, Félix Pastor, Martín Krause, Carlos Ball, etc. se publica en la Revista de Economía e Ideas de Libertad Digital. Si quiere leer otros artículos, pulse AQUÍ

© www.libertaddigital.com 2001
Todos los derechos reservados

Titulares de Libertad Digital
Suscríbase ahora para recibir nuestros titulares cómodamente cada mañana en su correo electrónico. Le contamos lo que necesita saber para estar al día.

 &nbsp
!-->

En Internacional

    0
    comentarios