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Antonio López Campillo

Montañas nevadas

La cumbre de El Cairo se congeló. Un picacho helado. Esa es la impresión que ha debido sacar Arafat de la reunión de los países árabes en la capital de Egipto. Le han ofrecido una bufanda (a plazos) de 200.000 millones de pesetas, por eso del frío y para taparle la boca. Todos los países árabes han condenado a Israel, pero con la excepción de Sudán, Yemen e Irak, nadie ha ofrecido más que palabras y dinero a corto y medio plazo.

Al volver, el presidente palestino se ha encontrado con que los grupos que formaban la OLP están preparando una “intifada” anti Arafat, de hecho es el inicio de la lucha por su sucesión. La cumbre de El Cairo ha confirmado: primero, que Arafat no controla casi nada en Palestina, y segundo, que los países árabes, en su mayoría, no son partidarios de la violencia, de iniciar y hacer una guerra por Palestina.

Estos dos hechos tienen su explicación, mejor dicho, explicaciones. La Autoridad Nacional Palestina, el aparato estatal que preside Arafat, ha resultado ser un núcleo de corrupción; gran parte de las ayudas económicas acabaron en un paraíso (no el anunciado por el Profeta precisamente) lo que obligó a cambios ministeriales importantes. A esta corrupción hay que añadir que la evaporación de los fondos no permitió desarrollar el territorio, con un estancamiento del nivel de vida; no hay que olvidar que buena parte de la población activa de Palestina vive de los salarios ganados trabajando en empresas judías. Por otro lado, la búsqueda de la paz mediante un pacto con Israel conducía a reconocer la existencia de este último en co-existencia con el Estado palestino. Esto significaba el fin de la lucha contra Israel, la expulsión de los judíos de Palestina, tema que permitía una unión de todos los musulmanes y la recogida de fondos para la lucha antijudía. Así emergía en el horizonte político palestino Arafat con sus amigos como un grupo de traidores al Islam y corruptos. Es el fin de una política, la de aproximación a Israel.

La caída de Arafat y la OLP significa que son Hamas, Yihad Islamica y otros grupos integristas quienes tienen el apoyo del pueblo y pueden manipularlo. Arafat permanecerá si acepta ser el emisario internacional, nada más.

Los estados árabes han adoptado una posición blanda ante el conflicto palestino por múltiples razones. Una de ellas es de carácter técnico: sus ejércitos no tienen, ya, una fuente de abastecimiento seguro, cosa necesaria pues no producen el material belico. Ese papel lo jugaba la Unión Soviética. Su desaparición ha debilitado las fuerzas armadas de buena parte de los países árabes. Los traficantes de armas, incluidos los rusos, no tienen la capacidad requerida por las dimensiones de esos ejércitos y menos aún la protección para ese comercio que tenía la potente, militarmente hablando, URSS. Los países árabes más próximos a Palestina no tienen hoy la logística requerida para un enfrentamiento con Israel.

Y otro punto, el más importante, es que en sus territorios existen unos movimientos islamistas poderosos, como lo han demostrado las impresionantes manifestaciones contra Israel. En caso de guerra esta tendría que ser total, en el sentido de la eliminación de Israel, o se encontrarían con levantamientos populares que desestabilizarían esos estados. Dos de los países que eran favorables a la guerra santa, Sudán y Yemen, tienen sistemas políticos fundamentalistas y el tercero, Irak, necesita integrarse al mundo árabe y por eso es “más papista que el Papa” (perdonen pero no he encontrado una imagen musulmana equivalente, perdón). Y los tres están lejos del posible campo de batalla. Los más “moderados” son, por casualidad, los más próximos, Egipto, Jordania, Siria. La conjunción falta de la URSS y exceso de islamismo atenúan los ardores bélicos de los estados árabes.

Los movimientos islamistas, los ortodoxos musulmanes, son hoy el factor decisivo en los problemas del Oriente Próximo. El islamismo no es un movimiento dirigido y compuesto por unos extremistas, es un Religious revival, un renacimiento religioso, una búsqueda de identidad del mundo islámico, un volver a la verdadera religión y a un modo de vida estricto, la sharia. Es una reacción contra las tendencias occidentalizantes de los gobiernos árabes, que según los teóricos del islamismo han sumido a la comunidad musulmana, la umma, en la situación degradada en la que se encuentra hoy día. Un renacer religioso no es un fenómeno social sin más. La cumbre nevada de El Cairo parece indicarlo. Muchos de los problemas políticos graves de nuestro mundo, que van de las Filipinas a los Balcanes pasando por Chechenia y toda África, no pueden comprenderse sin tener en cuenta el potente el Renacer del Islam. El factor social y político Religión ha vuelto en toda su Gloria.

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