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Antonio López Campillo

No cabe duda, hay un problema

Rara es la semana que no se publique un artículo de algún intelectual, por lo general haciendo alarde de títulos universitarios, que no nos diga que hay en Europa, incluida España, un renacimiento del racismo. Un comentarista, en un artículo publicado en un diario español, cita el caso de Alemania –donde una parte de la opinión pide la expulsión de extranjeros, principalmente musulmanes–, y lo compara con la creciente fobia anti-"moros" en España. El comentarista, hombre de saber como lo demuestran los títulos exhibidos, denuncia tales posiciones como racistas, retrógradas e irracionales, y aconseja que la gente, se supone que los racistas, viajen más para perder, como él, toda ideología racista. Este consejero-viajero seguramente no ha visitado el sur del Sudan, ni Indonesia, ni Argelia, ni parte de Nigeria, ni... De hacerlo, aprendería que la discriminación cultural, que él denomina racismo, no es la exclusiva del mundo Occidental, y que en esos lares la discriminación es, casi siempre, mortal para los discriminados. Estos hombres que luchan con tanta energía contra la discriminación, sin querer discriminan a su vez al no tener en cuenta sucesos sociales que no coinciden con su visión de las cosas.

No todos los intelectuales "titulados" piensan igual; un politólogo alemán, de renombre, comentaba en un curso de verano de El Escorial, que la sociedad islámica es distinta del resto por la desigualdad de genero (genero: forma políticamente correcta de decir sexo). Esta discriminación por sexo es uno de los obstáculos con los que tropiezan las comunidades musulmanas en Occidente para integrarse. Es un asunto serio ya que la discriminación está escrita en el Corán, que es palabra de Dios, un texto que es la copia exacta del que está en el Paraíso, que no puede manipularse ni cambiarse y por eso mismo es guía segura para todo creyente. La discriminación sexual es uno de los componentes de la religión musulmana, y no una costumbre tribal.

Las comunidades islámicas en Occidente piden un trato especial en materia de escolarización, dicen no a clases mixtas de niños y niñas, que los jóvenes varones musulmanes no tengan profesores femeninos, y que ciertas enseñanzas contrarias, según ellos, a las enseñanzas del Corán no se den a sus hijos. Piden, en Francia ya circula la petición, que se legalice la poligamia, que el Corán aconseja... En Alemania, en algunas mezquitas se declara que integrarse es lo mismo que renegar de la religión, y todo renegado puede ser condenado a muerte...

La diferencia cultural crea problemas de vecindad en los barrios, tensiones que a veces llegan a la violencia, y que explica la "xenofobia", no sólo de los nativos del país, también de inmigrantes de otras culturas ya integrados, como es el caso en Holanda y en muchos puntos de Francia y Alemania.

No ha de olvidarse que intentar integrar a los musulmanes es obligarles a desculturizarse, a abandonar su cultura-religión. Es violentar un grupo humano. No hacerlo es mantener sobre un mismo territorio dos culturas no demasiado compatibles; no hay que olvidar lo sucedido Bosnia, Kosovo, Macedonia.

No cabe duda, hay un problema.

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