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Antonio Robles

Cuando un presidente miente impunemente

Detrás de los campos de golf no sólo hay "ricos" paseándose por una alfombra verde, a su alrededor hay una potente industria turística y miles de puestos de trabajo.

Día 2 de Abril de 2008. 16 horas. Una tarde espléndida de sol. Ni una gota de agua en Barcelona, pero un verdadero chaparrón dentro del Parlamento. Aunque de mentiras. Detrás de todas ellas, el Muy Honorable Presidente de la Generalitat, José Montilla. Mintió en la sesión de control ante la exigencia del grupo parlamentario de Ciudadanos de que cumpla las tres sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obliga a la Consejería de Educación a poner una casilla de opción lingüística en la prescripción escolar que, un año más, ha incumplido. Pues bien, ante la evidencia de su incumplimiento mintió a toda la cámara, como volvió a mentir negando que en Cataluña se multe a nadie por rotular sólo en castellano. Parece que es una peste "nacional", pues el secretario de Política lingüística, Bernat Joan, también lo negó sin inmutarse en comparecencia parlamentaria la semana pasada. Ya daremos en un próximo artículo cada una de las multas y su cuantía. ¡Ja n’hi ha prou!, como se dice en catalán.

Pero lo peor estaba por llegar. Contextualizo: el año 2001 se aprobó el Plan Hidrológico Nacional que incluía el trasvase de agua del Ebro tanto al levante español como a Cataluña. Por entonces, la oposición del PSC, ERC e ICV, además de la del PSOE, fue tremendamente dura. Eran los tiempos de "ni una gota de agua al sur", de Pascual Maragall o de las denuncias contra el trasvase ante la Unión Europea de la entonces secretaria de Medio Ambiente del PSC y actual consejera de Justicia de la Generalitat, Montserrat Tura. Con la llegada de Zapatero al Gobierno, el PHN se echó abajo en 2004. Hoy ese Plan hubiera solucionado las penurias de la sequía actual, pero esa mentalidad adolescente, que ignora las sumas dificultades que hay para asegurar nuestra existencia, prefirió pensar que el bienestar en que estamos instalados es connatural a su ecologismo de salón.

Sólo cuatro años después, la sed del sur ha llegado a Cataluña, pero curiosamente, ahora la necesidad imperiosa de agua hace razonable el trasvase de agua del Segre (afluente del Ebro) para asegurar el agua de boca de la región metropolitana de Barcelona. Los mismos que satanizaron al PP por el trasvase del Ebro, ahora necesitaban imperiosamente el del Segre. Había que vender la contradicción y recurrieron a lo que son expertos nacionalistas y socialistas: el reciclaje de palabras y sus significados. Por eso, el conseller de Medio Ambiente de la Generalitat, Francesc Baltasar, modeló nuevas expresiones para enmascarar el tocomocho. Y se sacó de la manga hablar de "captación" de aguas del Segre de forma temporal en lugar de "trasvase". Antes, sin embargo –lo recordó ayer Artur Mas–, incluso había negado ante el Parlamento esa misma posibilidad de trasvase, o captación. La manipulación o la mentira aparecían en escena.

Recupero el hilo después de los meandros fluviales. En su turno de palabra, el portavoz del grupo parlamentario del PPC le espetó sin miramientos: "¿Es verdad que el Gobierno de España pidió a su Gobierno que ocultase el trasvase del río Segre hasta que pasasen las elecciones generales?" Mutis por el forro, a pesar de que su propio conseller de Medio Ambiente, Francesc Baltasar acababa de informar sobre ese particular a un medio de comunicación ese mismo día. La cámara, rendida o impotente ante la capacidad cínica de quien nos gobierna, se choteó, pero él ni si inmutó.

Hubo de venir Artur Más para censurarle con palabras duras su impostura y la de su conseller: "Mire..., no se puede venir al Parlamento y mentir. Y el conseller de Medio Ambiente vino al Parlamento y mintió porque dijo que no se estaba estudiando ningún trasvase". "Las palabras –le siguió reprochando– no están al servicio de la política, y menos de la politiquería. No se puede prostituir el lenguaje, ni contaminar las palabras continuamente, si no, no nos podremos entender". Sabias palabras; lástima que haya sido su partido quien empezó a hacerlo primero allá por los años 80 con aquello de la "normalización" para aplicar una limpieza lingüística, o introducir el concepto antropológico de "lengua propia" en el Estatuto para ocultar sus intenciones jurídicas de lengua única o, de "bilingüismo" para imponer el monolingüismo, o de "catalanismo" para meter con vaselina puro nacionalismo, etc.

Pero el señor Montilla no sólo sabe mentir, también puede utilizar la demagogia más viscosa y estomagante. A propósito de la explosión de esta crisis y la negativa del Gobierno central a permitir el trasvase, el presidente catalán hizo de Pujol y sacó pecho: "Si no llueve tendremos que coger agua de donde haya para que la gente beba". Acabáramos, parece que sólo cuando la sed aprieta en carne propia, vemos la necesidad de los trasvases. No le voy a criticar su súbito interés, pero es inaceptable que a la vez y al mismo tiempo que declaraba estas cosas, tenía el cinismo de acusar al levante español de querer el agua del Ebro para "hacer campos de golf y grandes desarrollos urbanísticos". Es intolerable. Y después se quejará de que a los catalanes no nos quieran. No sé qué es peor, si la mezquina acusación a valencianos, murcianos y almerienses o el menosprecio que demuestra tratando a los catalanes de estúpidos.

Aparte de esa simplificación insufrible, porque en el levante español también hay una rica producción agrícola fundamentada sobre todo en la huerta que necesita agua, la riqueza y los puestos de trabajo en España no se reducen a la agricultura, detrás de los campos de golf no sólo hay "ricos" paseándose por una alfombra verde, a su alrededor hay una potente industria turística y miles de puestos de trabajo. No hay que olvidar que la balanza exterior española la equilibramos, desde los años sesenta, con el turismo.

Una vez más, en Cataluña, la voluntad de ser de socialistas y nacionalistas les lleva a obsesionarse por diferenciarse del resto de España, les lleva a sostener posiciones insolidarias, muchas veces vistas por los demás como tremendamente egoístas, que tarde o temprano acaban reflejándolos en un espejo para recordarles lo incoherentes que somos. Les pasa a menudo: son capaces de exigir los papeles de Salamanca, pero incapaces de reconocerle a la diócesis de Aragón sus derechos sobre piezas históricas de la Iglesia que tenemos en Cataluña. Con el agua nos ha pasado lo mismo: son capaces de sumar esfuerzos con el Gobierno central del PSOE para levantarse en armas contra el Plan Hidrológico Nacional que trasvasaría agua del Ebro a Valencia, Murcia y Almería, pero montan en cólera cuando el mismo Gobierno socialista que impidió ese Plan Hidrológico Nacional de Trasvase de agua del Ebro a Valencia, Murcia y Almería, nos niega el agua a nosotros por las mismas causas. ¿Por qué se extrañan entonces de que el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, aprovechando eso de "a río revuelto ganancia de pescadores" les pregunte "por qué algunos son tan solidarios a la hora de pedir y tan insolidarios a la hora de dar lo que les sobra"?

Porque es verdad, sobra agua puntualmente del Ebro. Este río no dispone de un caudal constante, tiene picos de crecidas y meses de bajo caudal. Aprovechar, retener, embalsar estos puntos extremos nos garantizaría regular el caudal a lo largo del año y trasvasar necesidades excedentarias: 11.000 hm3 de agua que se suelta al mar cada año sin darle uso alguno. El PHN sólo hubiera utilizado 1050 hm3 de esos excedentes, de los que 200 hm3 eran para Cataluña. Más de lo que se necesita ahora para paliar la crisis de sequía.

Es preciso arrebatar temas tan vitales y manipulables como los del agua a la tentación partidista. No hay una única opción ni una opción óptima. Se debería apostar por posturas eclécticas y sincréticas porque no hay soluciones absolutas, sino soluciones más o menos interesantes en función de variables que van desde cuestiones ecológicas a intereses económicos. Pero cuando metemos la nación o los derechos del territorio por medio, nos topamos con problemas artificiales y enfrentamientos peligrosos.

Lo estamos viendo ahora mismo en el mismo corazón de Cataluña, con el enfrentamiento entre la Cataluña interior y rural contra la Cataluña metropolitana y turística. El mismo enfrentamiento que se dio a propósito del PHN. Comunidades enfrentadas por la propiedad del agua. Debería haber un Plan Hidrológico Nacional que comunicara cuencas y distribuyera aguas, que implantara desaladoras y explotara acuíferos, que saneara la red de distribución, que recuperara aguas residuales y previera nuevos métodos de aprovechamiento, distribución y generación de aguas. Y sobre todo, que los intereses de todos fueran respetados, pero ninguno pudiera vetar el agua a nadie porque el agua no es suya sino de todos, y debe ser el Estado quien distribuya ese agua en función de las necesidades del territorio y de las personas para salvaguardar la sostenibilidad ecológica y las necesidades agrarias, industriales, turísticas y vitales.

Es en estos casos donde el Estado se nota imprescindible.

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