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Antonio Robles

La cruzada nacional

Al día siguiente de las elecciones, 'Más' de lo mismo, pero en peor. Ni se producirá el Apocalipsis ni nos dejarán de amenazar con él.

Las elecciones catalanas del próximo domingo están preñadas de exabruptos, tanteos y tonteos, pulsos y órdagos, como si al día siguiente fuera a llover fuego del cielo para librar a la santa Cataluña del yugo de España.

Pues miren, no. Al día siguiente, Más de lo mismo, pero en peor. Ni se producirá el Apocalipsis ni nos dejarán de amenazar con él. Es decir, la escalada de agravios, desplantes y desprecios alcanzará a todos y a todo. Desvelada la traición, descubiertos los caciques, sólo les quedará reafirmarse. En toda España, pero sobre todo en Cataluña, sabrán quiénes les han mentido, cuánto les han timado y, ante la imposibilidad de seguir disimulando, les despreciarán abiertamente. Y cuando lo sufran y se hagan cargo, comprenderán el colosal trabajo de cloacas que el nacionalismo ha realizado desde el poder institucional de la Generalitat, mientras mirabais para otro lado. Se equivocarán de nuevo si se enzarzan en las interminables peleas que el nacionalismo les planteará a diario. Si quieren comprender de qué va esta gran bufonada populista oficiada por el nacionalismo durante los últimos 32 años, salgan de la pelea, tomen altura y focalicen los problemas en su esencia. Comenzaré por dar ejemplo.

La asignatura pendiente de Cataluña es la separación Iglesia-Estado; es un problema de conocimiento, de utilizar correctamente nuestras facultades racionales; es decir, la asignatura pendiente es la separación de la ideología nacionalista y Cataluña. Salir de ese éxtasis es imprescindible para volver a la cordura. Ni una vez más se debe permitir que un político catalán se acoja a sagrado para convertir sus actos de piratería e ineptitud política en agravios contra Cataluña. Ni una Banca Catalana Más, ni un Palau de la Música Más, ni un Artur Mas envuelto en la senyera para escondernos la cartera. Ante ello se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, ya no es posible callar sin convertirse en cómplice de uno de los dos bandos. Porque no nos engañemos, aquí hay dos bandos, los que imponen sus reglas sin sujetarse a las leyes y quienes los sufrimos.

Esa asignatura pendiente es fundamental para devolver a Cataluña los usos democráticos. No es tolerable que haya una parte de la sociedad que actúe conforme a los principios de la camorra. Con razón o sin ella, a casa nostra, ninguno de los nuestros puede ser imputado por delito alguno. En ello nos va el negocio nacional del que vivimos.

Por ello, la asignatura pendiente en Cataluña es recuperar el concepto de ciudadano defendido por las mismas leyes, que a la vez le obligan. Ampararse en la estirpe, en la etnia, en la masa enardecida por el odio al enemigo, es bajar varios peldaños en la civilización democrática.

Este mal ha llegado tan lejos, que no hay un solo político en el oasis que no evoque a Cataluña bien para legitimar todas sus bribonadas, bien para ampararse en su superstición y lograr un salvoconducto. Cataluña, así, se ha convertido en la fuente legitimadora, como Dios en la monarquía absoluta. De ahí la evocación empalagosa: "Soy tan catalana como el que más", "Catalanes somos todos", "No permitiremos que se apropien de Cataluña"... y así, como decía Umbral. A este paso no serán la dignidad, la igualdad y la libertad los principios legitimadores, sino Cataluña. ¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿Cómo personas cultas y razonables han pervertido tanto los principios democráticos?

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