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Antonio Robles

La Roja

Los placebos sirven para lo que sirven. El fútbol es un placebo, no una guerra. Tanta es la querencia de una España inexistente que la apostamos entera a La Roja. ¡Qué destino trágico el nuestro!

El fútbol se ha convertido en 50 años en la expresión cultural más universal de todos los tiempos. Nunca antes hubo arma más eficaz, a excepción de las guerras, para amalgamar pasiones. No es verdad que el fútbol sea sólo un deporte, de hecho, el deporte es casi lo que menos cuenta. Tanto es así que, en ausencia de la incertidumbre del resultado o de un adversario indefinido, perdemos todo interés por el destino de ese juego. Aunque se teja con maestría.

A quien le gusta la música, escucha una pieza una y otra vez. La música es el fin. Nos gusta, y eso basta; la valoramos en sí misma. El fútbol no. Casi todo lo que nos apasiona de él está fuera de la propia belleza del juego. Muchos directamente defienden la victoria por encima de cualquier otra cosa, incluso de la legalidad. La mano de Dios fue una vulgar falta que dio un mundial y todos veneran hoy con reverencia. Incluidos los periodistas transmisores de partidos y valores.

Para bien o para mal, la antropología ha dejado escrito que las pasiones del fútbol son sublimaciones de lo peor de las guerras: la tribu con razón o sin ella. Puede que sea en verdad una válvula de escape para no volver al cuchillo. De lo que no hay duda alguna es de que los mundiales, además de la expresión universal de un deporte, son la expresión sentimental de los Estados que representan. Aunque estén en deconstrucción, como España.

Estos últimos días he leído y escuchado las excelencias futbolísticas de la Roja en comparación con la deriva política de España. Y todas me sonaban a lamento, nostalgia de una España que nunca existió y que creímos recuperar con la última Constitución.

Los placebos sirven para lo que sirven. El fútbol es un placebo, no una guerra. Tanta es la querencia de una España inexistente que la apostamos entera a La Roja. ¡Qué destino trágico el nuestro! Hemos ganado el mundial antes de jugarlo, para irlo perdiendo mientras se juega. Siempre la misma historia. Ni siquiera tengo fuerzas para desear equivocarme.

La patria la hace el esfuerzo, la educación, el trabajo, la constancia, el respeto, la libertad y la democracia. No los goles.

¡Ay cuando nos apasione descubrir la solución para las lesiones de la médula espinal como nos apasionamos por el fútbol...! Acabo de leer que en el Hospital de Parapléjicos de Toledo van a comenzar un ensayo clínico cuyo objeto es devolver a la médula espinal su capacidad de comunicación de estímulos. Tienen una dotación mínima del Ministerio de Sanidad. No llega a medio millón de euros. Nostalgia de un país entero pendiente de proyectos como éste. Unen de otra manera.

Cambiaría el gol de Torres por el misterio de esas interrupciones medulares que hiciera posible el milagro de volver a andar. Cada cual tiene sus sueños.

Y ahora voy a ver el España–Suiza. Está a punto de empezar.

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