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Antonio Robles

"Ni cuatro, ni pijos", señor Bargalló

sólo Alejo Vidal Quadras podría frenar la inmensa ola que crece y crece en Cataluña tras Ciudadanos

Apunten la fecha: 4 de marzo de 2006. Y el lugar: Barcelona. La omertà nacionalista ha encontrado la horma de su zapato. Por fin un proyecto político no nacionalista permitirá votar a miles de ciudadanos desencantados o estafados por el PUC (Partido Unificado de Cataluña donde viven en concubinato PSC, CiU, IC y ERC).
 
El teatro Tívoli cerraba sus puertas a las 12 en punto de la mañana. El aforo estaba a reventar de ciudadanos y de alegría. Esa misma sensación de plenitud y regocijo que vivimos en la transición política, crédulos de todo, entusiastas y desmedidos. De nuevo la esperanza y la convicción de que estás asistiendo al nacimiento de algo impredecible, pero inevitable. Afuera se quedaban cientos de personas con la calle Caspe cortada al tráfico por los mozos de escuadra, convencidos también ellos de la fuerza de lo que nacía y crecía al mismo tiempo.
 
El acto de presentación del futuro partido de Ciutadans de Catalunya había sido diseñado por Albert Boadella. Una gran pantalla nos traía las palabras míticas de Tarradellas a su vuelta al "Palau de la Generalitat": "Ciutadans de Cataluñya, ja soc aquí" y enseguida Pujol, Pujol, Pujol, interminable en sus 23 años de gobierno, dejando tras de sí una retahíla de chanchullos y tribus; la última, la del Tripartito. Allí, tras esa frase de Tarradellas estaban Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Iván Tubau, Xavier Pericay, Félix Ovejero y todos los intelectuales a los que el Tripartido había dejado sin coartada para seguir engañándose. Era como una tabla de salvación en mitad de este fraude colectivo a que hemos sido sometidos en los últimos 25 años por todas las fuerzas políticas de izquierdas. Sólo cuando la metástasis totalitaria les ha llegado también a sus amigos se han dado cuenta de que este partido no es que fuera necesario, sino imprescindible.
 
A cada lado del escenario, un mozo de escuadra ponía un toque de teatro y coña. Boadella era uno de ellos.
 
Hablaron ocho representantes de las 34 agrupaciones que ya se han asentado en Cataluña con más de mil afiliados de los 7000 simpatizantes. Y siguen aumentando. Gente normal, ciudadanos que nos encontramos en el metro o en la barra de un bar. Destaco a Maite de la agrupación de Lérida, joven y aún con la capacidad intacta de asombrarse: "Cuando hablas con un nacionalista, es incapaz de pensar que tú no lo eres". "Para ser buena persona has de estar a favor del Estatut, de los papeles de Salamanca, asumir que Cataluña es una nación, que España nos roba, que los andaluces y extremeños viven a nuestra costa… ¿Qué pasaría si yo le dijera que Cataluña no es una nación o que las selecciones de Cataluña son una chorrada…?" El ensordecedor aplauso que interrumpió su temor certificaba los temores de todos de cada día, en la oficina, en la escuela, siempre con alguien reducido al silencio ante esos lugares comunes donde se mueven los nacionalistas: La nación, el Barça, Felipe V y la puta España. Con ellos se ha tejido la sociedad enferma y totalitaria en la que vivimos.
 
Intercalados entre discurso y discurso, volvía la pantalla a recoger razones y sentimientos de un grupo de ciudadanos anónimos. En ellos se reivindicaba el mestizaje, la libertad lingüística, la libertad. ¡Qué raro les sonará a nuestros nietos cuando se enteren que en la España más democrática de la historia, una parte de ciudadanos de una de sus regiones se veían obligados a pedir libertad!
 
Cerraron el acto Francesc de Carreras y Arcadi Espada, antes había intervenido el filósofo Fernando Savater, presente entre el público.
 
"¡Vamos a hacer un partido!, ¡vamos a hacer un partido!… es una obligación ineludible… ¡Basta ya de cuentos!, ¡ya es hora!" Su entusiasmo contrastaba con lo apacible de su persona, era evidente que estaba contagiado del ambiente. Sabía que estaba haciendo historia. Y definió el espacio ideológico sin ideología: "Será un partido de los problemas no de las ideologías. Frente a la ideología, valores, empirismo, pragmatismo. Esta será la forma nueva de hacer política". Y esa parecía ser la solución evanescente a las tensiones que podrían surgir en un grupo tan heterogéneo como la asociación de Ciudadanos. ¿Es una forma de acabar en un partido trasversal..? En los próximos tres meses tendremos la solución, que es el plazo que se han dado en la organización para llegar al congreso constituyente. Mientras tanto, sí podemos lanzar una hipótesis segura: Si ese es el espectro ideológico del partido, el PP de Piqué corre un grave riesgo, porque buena parte de los militantes de ciudadanos son profesionales liberales, ilustrados, de clase media, mientras que los obreros clásicos, votantes o cercanos al PSC son los menos. Nació para aglutinarlos, pero ahí Ciudadanos tendrá todavía una labor pedagógica por hacer. Con estas coordenadas, sólo Alejo Vidal Quadras podría frenar la inmensa ola que crece y crece en Cataluña tras Ciudadanos. Y si eso ocurriese, el espacio no nacionalista crecería por la derecha con el PP de Alejo y por la izquierda con Ciudadanos a costa del PSC.
 
En cualquier caso, este aire fresco no estará basado en los sentimientos, sino en la Razón. Francesc de Carreras lo dejó bien claro: Ilustración y sentido común, nada de demagogia.
 
Arcadi Espada fue el último en intervenir con una puja al conseller Bargallo: "Estoy asombrado…, nunca pensé que hubiera tantos pijos en Cataluña". Las carcajadas llegaron hasta el despacho del Conseller Josep Bargallò. Sí, el mismo que declaró al día siguiente de publicarse el manifiesto de los intelectuales abogando por un nuevo partido político: "Son cuatro pijos". Señor conseller, ni son cuatro, ni pijos, sólo ciudadanos como usted, aunque con un poco más de educación.
 
"¡Viva la libertad, viva la igualdad, vivan los ciudadanos!", así terminó el acto. Sigan atentos, Cataluña no volverá a ser la misma.

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