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Antonio Robles

Pa negre

Es preocupante que todavía hoy, en pleno siglo XXI, haya Savonarolas que juzguen una obra por la ideología de sus creadores en lugar de hacerlo por la hermosura o fealdad de su apuesta.

Si algo no debería haber sido noticia en la designación de los Goya de este año era que la lengua de la película ganadora fuera en versión original catalana. Tal acontecimiento debería haber pasado desapercibido frente a la calidad o la mediocridad del guión, de los actores, de la realización o de la producción. Nunca la lengua.

Santiago Mata, desde La Gaceta, atribuyó el pasado martes el triunfo de Pa Negre al corporativismo catalanista y al lobby gay, además de acusarla de exaltación de la homosexualidad y de caer en el tópico maniqueo de republicanos buenos y nacionales malísimos.

Acabo de ver la película. No he visto en ella ninguna de las "taras" que se deducen de esas y otras críticas. Empecemos por la primera: la lengua. Nunca había visto en una película catalana una renuncia tan natural a utilizar la lengua como ariete de la propaganda nacionalista. El poco castellano que se utiliza por parte del maestro y de la guardia civil está contextualizado y no resulta irritante, como suele ocurrir cada vez que el nacionalismo tiene ocasión de satanizarlo haciéndolo usar a personajes siempre indeseables o de escaso prestigio social. Para muestra, esta última semana en una revista del Ayuntamiento de Barcelona. Incurrir en el error que el catalanismo cayó en la Feria de Franfkurt de 2007 impidiendo que asistieran en representación de la cultura y literatura catalanas los autores catalanes en lengua españolaes de necios y desautoriza a quien tropieza en él. Toda creación que se hace en España, es cultura española, y universal si el tema trasciende el localismo de ésta. Se haga en el formato en que sea haga. Sin matices.

Su segunda acusación es injusta: Pa Negre no cae en el maniqueísmo estomagante del guerracivilismo donde los nacionales son los malos y los republicanos los buenos. La ruina moral de unos personajes destruidos por la devastación de la guerra civil española podría contextualizarse en cualquier postguerra. Y es esa la verdadera dimensión de la obra, donde unos y otros acaban devorados por su degradación humana. Es más, tal conclusión se lleva por delante el supuesto idealismo de los perdedores de la contienda y a su imagen de víctimas. Unos y otros son intercambiables. Nada ha quedado en pie después de la guerra, cualquier valor o lealtad yace en un lodazal de mentiras, venganzas, abusos y sumisiones. Una invitación al descreimiento de todo y en todos. En ese punto, la obra adquiere el pulso contemporáneo de la aversión actual por la política. El ideal brutalmente traicionado por el padre provoca en el niño desafección por el ser humano al modo y manera que vaga hoy el electorado ante la desvergüenza de nuestros políticos que no dudan en utilizar los valores más hermosos para persuadirnos con mayor eficacia de sus propios intereses. La forma más degradada de la política.

En cuanto al corporativismo catalanista y el lobby gay, se podría ampliar a otros muchos sectarismos de signo contrario y, en cualquier caso, sólo sería criticable si Pa Negre fuera un fraude, pero no lo es. Es una película española digna, hecha en Cataluña con dinero de todos los contribuyentes. La presencia homosexual no es forzada ni monopoliza la historia, muy al contrario, sirve para subrayar la degradación de algunos y la soledad sin esperanza de todos. Pero Santiago Mata parece encontrar en tal condición la presencia del mal. Por eso se ha señalado en esos mismos círculos que la productora Isona Passola pertenece al ámbito de ERC, y el director, Agustí Villaronga, es independentista y homosexual. ¡Valiente argumento para juzgar una obra!

Es preocupante que todavía hoy, en pleno siglo XXI, haya Savonarolas que juzguen una obra por la ideología de sus creadores en lugar de hacerlo por la hermosura o fealdad de su apuesta.

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