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Antonio Sánchez-Gijón

Diplomacia para un mundo peligroso

La situación en Asia Central y el subcontinente asiático es tan peligrosa que puede compararse a la de un grupo de marinos que se insultan en la santabárbara del barco mientras fuman. Aunque apreciemos el corage de Tony Blair y de Colin Powell por contener a los bronquistas y lunáticos de una y otra filiación, hemos de admitir que las cosas empiezan a escaparse de las manos de la coalición.

Las redes terroristas demuestran su arraigo en los más apartados lugares del mundo. Por suerte, de momento muestran un grado elevado de impotencia. Ninguna de las operaciones revolucionarias y terroristas lanzadas en los últimos tiempos por movimientos extremistas islámicos ha logrado el efecto desestabilizador buscado, pero no debe descartarse mayor eficacia cuando se reagrupen todos los jefes de Al-Qaeda que se están escapando de Afganistán. Aunque la acción que más se ha acercado al éxito, el provocador ataque del 13 de diciembre contra el parlamento indio por extremistas pakistaníes, terminó en fiasco y en la debilitación del movimiento islamista en Pakistán, las amenazas de la India contra Islamabad ayudan a reanimarlo.

Entretanto, se van poniendo al descubierto las lianas que forman la red. A lo largo de diciembre pasado el departamento de Seguridad Interna de Singapur detuvo a quince individuos relacionados con Al-Qaeda, que planeaban ataques en Singapur; la flota USA del Pacífico tiene una base de visita en el puerto de esta ciudad-estado. El 4 de enero, la policía de Malasia arrestó a trece individuos relacionados con el terrorista francés Zacarías Moussaoui, detenido en Estados Unidos. En noviembre, esa misma policía detuvo al gobernador rebelde de la autonomía mora de Mindanao, responsable del ataque a una base militar del ejército filipino, con numerosos muertos. Los extremistas malasios proclaman luchar nada menos que por la creación de una Daulah Islamiah, o nación islámica de Malasia, Indonesia y el sur de Filipinas.

Estos redentores islámicos sin estado no están solos en su deseo de poner al mundo patas arriba. Todo un estado con mucho sentido nacional como Irán ha aparecido recientemente como un patrocinador del terrorismo de Al-Qaeda, desmintiendo las hipótesis que le hacían hostil al régimen de los talibán y a los métodos de Ben Laden. Recientemente se ha podido saber que el segundo de Osama, al-Zawahiri, ha sido huésped del ministerio del Interior iraní y de su servicio de acción subversiva exterior; los agentes de Al-Qaeda han gozado del paso libe por Irán y allí habrían recibido documentación falsa, así como explosivos para el ataque terrorista contra la embajada norteamericana en Tanzania, en 1998. Uno de los varios ensayos para ataques aéreos como los del 11-S tuvo lugar en Irán, con un simulador de vuelo del Boeing 757 comprado a la compañía europea Airbus. A la luz de esta información, gana credibilidad la responsabilidad de Irán en el envío de un cargamento secreto de armas a la Autoridad Palestina, recientemente capturado por la marina israelí, y confirmada por el propio capitán del barco, un palestino, el día 8.

Los personajes de la confrontación indopakistaní no están demostrando hallarse a la altura. El ministro indio de Defensa, George Fernandes, ha declarado recientemente que la India sobreviviría a un primer golpe nuclear; la implicación es clara: después de ese golpe Pakistán sería borrado del mapa por la fuerza nuclear india. Para este ministro, al parecer, la cosa va de “machadas”. Enfrente, el presidente-general Musharraf lleva a cabo su ejercicio de funambulista, ya que no puede ser el Ataturk de Pakistán. Bajo amenaza de guerra, ha ordenado a la Interservices Intelligence cesar en su apoyo a los grupos irredentistas de Cachemira, de entre los que surgieron los atacantes del parlamento indio, y ha detenido a más de 200 militantes islámicos extremistas. Nunca es tarde… Esta concesión a la India y a los Estados Unidos posiblemente ha servido para que las fuerzas armadas le hayan extraído, como si fuera una muela, la impunidad para el ex-jefe de la marina pakistaní, acusado de robos por más de 7 millones de dólares, según informa y confirma Ardeshir Cowasjee, del diario Dawn.

La temperatura de la olla sube en Afganistán: tres ministros talibanes se rindieron a las fuerzas de la oposición y fueron dejados en libertad por la administración interina del país. Dos de ellos, los de Interior y Justicia, son ministros que saben mucho de la sangre vertida por los talibanes. Bush había prometido poner a buen recaudo a todos los jefes talibanes… Los señores de la guerra, informa el Washington Post desde Kabul, roban a mano armada los socorros, impidiendo así que la paz se instaure.
Vemos, pues, que la guerra no ha terminado; pero nadie puede decir si el final está cerca o entrará en una segunda fase de naturaleza desconocida.

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