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Antonio Sánchez-Gijón

Occidente, en apoyo de la propaganda iraní

El movimiento terrorista libanés, que cuenta con diputados en el parlamento y ministros en el gobierno del Líbano, lanzó ese mismo domingo 150 misiles sobre territorio israelí. Esto no figura en las protestas de nuestro imparcial Occidente.

Centenares de voces cualificadas y millones de voces de la calle se unen para condenar el ataque de la fuerza aérea israelí a un edificio en la villa de Qana, en el sur del Líbano, la madrugada del domingo. Con la condena va una suscripción entusiasta a la campaña de propaganda de Hezbolá. Y de Irán.

El movimiento terrorista libanés, que cuenta con diputados en el parlamento y ministros en el gobierno del Líbano, lanzó ese mismo domingo 150 misiles sobre territorio israelí. Esto no figura en las protestas elevadas en las calles de nuestro imparcial Occidente. Los centenares de misiles lanzados desde el propio territorio de Qana contra Israel tampoco han sido tenidos en cuenta por quienes protestan. Tampoco se tiene en cuenta en los reproches que el ejército israelí había advertido a la población de Qaná de que iba a ser objeto de ataques. Ni han protestado contra el gobierno libanés y su ejército por no haber evacuado a la población. Tampoco lo han hecho contra la culpable complacencia del gobierno libanés con las aventuras iraníes de Hezbolá.

Ni tampoco recordarán el valor simbólico, y por tanto propagandístico, encerrado en esa pequeña ciudad de Qana. En 1996, un ataque israelí contra un campamento de la ONU produjo cien muertos entre las personas que se habían refugiado bajo su bandera azul. El escándalo causado por los resultados de ese ataque provocó la caída del gobierno de Simón Peres. Pero no esperen que los protestantes pidan la dimisión del gobierno libanés. Al contrario, ¿qué menos pueden esperar que la caída del gobierno de Olmert?

Por no mencionar el chantaje de Hezbolá sobre la población libanesa, su ausencia total de sentido de responsabilidad ante su propio pueblo, y su táctica de tomar rehén a todo un país para poder sacar pecho en la gran yihad mundial contra los israelíes.

Detrás de la muerte instantánea de un número elevado de personas a causa de una acción militar no es fácil discernir algo más que el horror y el dolor. Pero sí; debe haber algo más, algo que explique por qué pasan cosas como ésa, cuál es el designio que permite a algunos asumir las consecuencias queridas o no queridas de acontecimientos como los que han conducido a las muertes accidentales de Qana.

Hezbolá se siente en guerra, quiere la guerra y espera ganarla. Sabía que cualquier acto hostil, como el secuestro de dos soldados, desencadenaría un conflicto. Y esperaba que Israel fuera forzado por la "comunidad internacional" a negociar su rescate. Menuda humillación para el estado sionista, obligado a negociar; menudo éxito para el gallito del corral libanés. Pero Israel respondió en plan de guerra a una provocación que técnicamente era un acto de guerra. Eso es lo que Hezbolá no se esperaba.

Las consecuencias de su aventurerismo habían empezado a alarmar a los gobiernos árabes, que temían el incendio de la calle a beneficio de Irán. Pero el incidente desgraciado de Qana ha dado un manotazo a la rueda de la fortuna. Ahora parece girar en contra de Israel. Y a favor de Irán.

Los que protestan contra el efecto indeseado y trágico de la acción contra Hezbolá en Qana no lo saben, pero sirven en bandeja un triunfo a la propaganda terrorista de los mulás de Irán.

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