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Armando Añel

Consenso y lenguaje

Pilares para un Consenso Cubano abre una ventana sobre el proceso de modernización mediática que los demócratas cubanos tienen pendiente

La declaración Pilares para un Consenso Cubano, firmada semanas atrás en Miami por algunas de las personalidades y agrupaciones más influyentes del exilio cubano, ha llamado la atención de los observadores en tanto factor de unión de un movimiento anticastrista históricamente signado por la división o, si se quiere, la diversidad. No obstante, el documento también es sintomático en lo que toca al desarrollo de un nuevo lenguaje al servicio de la libertad de Cuba, aspecto pasado por alto en la mayoría de los análisis.
 
En tanto capital del exilio cubano, desde hace demasiado tiempo Miami se debate entre el ejercicio de un activismo rudimentario, apegado a un modo de hacer política en el que el contenido predomina sobre la forma, y la conciencia de que en un mundo marcado por la eclosión de las telecomunicaciones e Internet se requiere un enfoque global, centrado en la codificación de un lenguaje y unas maneras más asequibles a la opinión pública internacional. Esta última visión podría resultar efectiva en la tarea de combatir la maquinaria propagandística del castrismo y sus amanuenses, sobre todo si se la compara con la retórica más exaltada del llamado “exilio histórico”. Es en este sentido que Pilares para un Consenso Cubano abre una ventana sobre el proceso de modernización mediática que los demócratas cubanos tienen pendiente.
 
Pilares para un Consenso Cubano es un “inventario de las ideas en que coincidimos”, aseguran sus firmantes, entre los que figuran Carlos Alberto Montaner, Jorge Mas Santos, José Basulto, Enrique Patterson, Carlos Saladrigas, Ricardo Bofill, Ramón Saúl Sánchez y otros. El carácter conciliador de este inventario, en el que las ideas aparecen enunciadas sobria y proporcionadamente, puede apreciarse en los incisos 6 y 7, aunque no sólo:
 
6. “El diálogo (...) debe ser entre aquellos cubanos que estén comprometidos a alcanzar una transición no violenta hacia un Estado plenamente democrático y de libertades ciudadanas normadas por un genuino Estado de Derecho. Para lograr este fin, el diálogo ha de ser respetuoso, honesto, crítico, sustantivo y pluralista”.
 
7. “Es necesario conocer y aprender del pasado para no repetirlo. Proponemos una amnistía general para todos los delitos o crímenes políticos en el marco de los límites establecidos por el derecho internacional vigente, y basada en un proceso que conduzca al establecimiento de la verdad y la preservación de la memoria histórica”.
 
El inciso 7, por ejemplo, aborda el muy espinoso tema de la administración de la justicia en una Cuba liberada, pero desde un ángulo estrictamente legal. La amnistía general propuesta sólo tendría efecto “en el marco de los límites establecidos por el derecho internacional vigente”, con lo cual crímenes como el del remolcador 13 de Marzo o el de las avionetas de Hermanos al Rescate seguramente no quedarían impunes; para enunciar esto, sin embargo, se recurre a una sintaxis en la que la serenidad y/o el uso de un tono concentrado, conciso, fortalecen el documento comunicativamente hablando. El establecimiento de la verdad y la preservación de la memoria histórica son, por otra parte, fundamentales para alumbrar una Cuba moderna y democrática.
 
En esta cuerda, y mientras el discurso político en Miami continúa girando en torno al tema central de la democratización de Cuba, numerosos indicios revelan que comienza a hacerlo desde una retórica enriquecida por las últimas generaciones de exiliados, empeñadas en traducir eficientemente el anticastrismo predominante. Se trata de un requisitosine quo non para que el mensaje del exilio cubano trascienda a nivel internacional, superando un estilo de comunicación que, dada su inefectividad, se ha convertido en un lastre para la causa de la libertad de Cuba.

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