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Armando Añel

En tiempo real

La Habana ha hecho saber que toleraría contactos entre las delegaciones comunitarias y la oposición pacífica siempre que no sean públicos y notorios, es decir, siempre que la disidencia entre a las embajadas por la puerta de la cocina

La excarcelación a cuentagotas de algunos de los disidentes encarcelados durante la oleada represiva de marzo de 2003, incluyendo la del emblemático poeta Raúl Rivero, ha supuesto un giro en el enfoque europeo al problema cubano. En este contexto, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desempeña un rol de cabecera.
 
En el seno de la Unión Europea, tras las excarcelaciones ordenadas por La Habana, la ofensiva socialista contra las invitaciones a opositores a las embajadas europeas en Cuba cogió un segundo aire. El pasado diciembre, los expertos de los Veinticinco para América Latina propusieron suspender dichas invitaciones, lo cual podría ser ratificado este 31 enero. Así, la posición de La Moncloa recibía un espaldarazo, a pesar de las divergencias que continúan acumulándose en Bruselas (por supuesto que a la propuesta de los expertos respondió apresuradamente el castrismo restableciendo contactos oficiales con todas y cada una de las embajadas comunitarias en la isla).
 
Supuestamente, Zapatero parte del supuesto de que sanciones como la de invitar a la oposición cubana a las recepciones en las embajadas de la Unión Europea no han surtido los efectos deseados –esto es, alguna clase de gesto aperturista, o de clemencia, por parte del régimen de Fidel Castro–, y es hora de reescribir el guión Cuba-UE replegando las posiciones comunitarias. Todo ello obvía las consecuencias políticas y morales que un retroceso de semejante envergadura puede traer, ignorando el largo e inflexible historial del castrismo de cara a la buena voluntad de las democracias occidentales.
 
Recuérdese un gesto previo de alto contenido simbólico. Hace pocas semanas el embajador español en La Habana se dirigió a los disidentes invitados a la celebración del Día de la Hispanidad anunciándoles la intención de su Gobierno de sacrificarlos en el altar del diálogo con Castro. De esta manera, el señor Carlos Alonso Zaldívar desvelaba la peor cara de un PSOE que, con el desplante a los demócratas cubanos en su propia sede diplomática, rompía la cadena por el eslabón más débil.
 
En cualquier caso, como señalara en diciembre el ministro holandés de Asuntos Exteriores, Bernard Bot, las últimas movidas de la dictadura no resultan suficientes. Habría que comprobar, en tiempo rigurosamente real, si el régimen precipita la dinámica de las excarcelaciones o si se trata, únicamente, de liberaciones temporales de unos pocos prisioneros con el objetivo de vender una imagen de moderación o conciliación que refuerce la ofensiva emprendida por Zapatero. Conviene recordar que aunque al momento de las declaraciones de Bot el régimen había concedido “licencias extrapenales” –eufemismo por libertad condicional- a trece de los 75 disidentes condenados a penas de hasta 28 años de cárcel, desde abril de 2004 al menos catorce opositores han sido encarcelados y otros cuatro enviados a prisión domiciliaria.
 
En esta cuerda, la Propuesta a la Unión Europea en apoyo al pueblo cubano
divulgada hace pocos días por el Movimiento Cristiano Liberación (MCL) que encabeza Oswaldo Payá, contiene sugerencias puntuales, a llevar a la práctica en tiempo real. El MCL propone a la UE, con vistas al establecimiento de una relación normal con el Gobierno cubano, “que los 75 [disidentes encarcelados en 2003] salgan [de la cárcel] en seis meses y todos los presos políticos [suman más de 300] en el próximo año”. “Si no hay esa perspectiva clara –argumenta el documento-, no le vemos sentido a hablar de una relación normal, porque sería una relación sobre la anormalidad de esta violación de los derechos humanos”.
 
Resumiendo: La Habana ha hecho saber que toleraría contactos entre las delegaciones comunitarias y la oposición pacífica siempre que no sean públicos y notorios, es decir, siempre que la disidencia entre a las embajadas por la puerta de la cocina. A cambio, está dispuesta a ofrecer más de lo mismo: la excarcelación parcial y condicionada de quienes nunca debieron ser encarcelados mientras continúa recaudando presos de conciencia. Una actitud que, como demuestran los modelos de actuación seguidos por el castrismo durante casi medio siglo, estimularían las concesiones impulsadas por La Moncloa.

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