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Ascensión Pastor

Lo que Jaime sembró

Cuando en vísperas de las últimas elecciones municipales, las del pasado 25 de mayo, dije que deseaba encabezar la candidatura del PP en Maruri, hubo quien me miró con una sonrisa indulgente y escéptica. Nunca en ese pueblo había habido ningún concejal constitucionalista, y a mí este hecho me parecía una razón importante, no para desistir sino para todo lo contrario, para seguir adelante y dar a las personas de esa comunidad de algo más de setecientos habitantes la posibilidad de elegir una opción no nacionalista por primera vez en sus vidas.

Ahora que acabo de saber que Jaime Larrinaga, el único párroco rural con escolta que hay en el mundo, el sacerdote señalado por el nacionalismo y amenazado por ETA como consecuencia de ese señalamiento, va a dejar Maruri, he decidido sobreponerme a las ganas de llorar que me ha dado esa triste noticia y escribir unas líneas. Unas líneas para contar que si yo decidí presentarme en las pasadas municipales por Maruri fue precisamente porque existía Jaime Larrinaga, porque estaba allí Jaime Larrinaga, porque ese era el pueblo donde Jaime Larrinaga había levantado con heroísmo y con sencillez la bandera del compromiso cristiano y democrático, porque, con su inusual ejemplo, Jaime Larrinaga había logrado crear una ilusión, una hermosa causa sobre las cenizas estériles que deja siempre el fanatismo, el rencor, la matonería, el chantaje y el afán totalitario de imponer unas ideas a los otras.

Yo pensé que merecía la pena apostar por Maruri, por esa ilusión que Jaime había sabido sembrar entre tanta gente del amenazado mundo constitucionalista del País Vasco. Jaime Larrinaga ha conseguido en estos últimos meses embarcar en esa ilusión de planes para dar la cara al nacionalismo excluyente en Maruri, a muchos ciudadanos de procedencias ideológicas opuestas. En la misa de Maruri yo coincidía con compañeros de partido como Pilar Aresti o Antonio Basagoiti, pero también solía coincidir con Gotzone Mora, que es concejala socialista de Getxo y que llevaba a su madre, o escritores de procedencia de izquierda como Iñaki Ezkerra o mucha gente anónima vecina de municipios vizcainos. Todos recalábamos puntualmente en esa iglesia los domingos a las once de la mañana y hemos llegado a hacer una costumbre de esa misa maravillosa con cantos en euskera, de un euskera que no sonaba a mitin político ni a odio ni a amenaza, un euskera que en labios de Jaime sonaba misteriosamente de otra forma que el euskera que pronuncia Otegi. Mucho me temo que la diferencia no se debiera a cuestiones dialectales.

Jaime sembró amor en Maruri durante treinta años. Los vecinos de esa localidad pudieron tener el lujo de un párroco para ellos solos cuando en la misma zona hay sacerdotes que deben repartir su labor en tres o cuatro municipios. Por otra parte, hay que decir también que de Maruri no ha salido ningún terrorista y algo tendrá que ver con eso la educación cristiana que Jaime ha impartido durante tanto tiempo. Quiero decir con esto que no es el constitucionalismo el que pierde con la salida de Jaime de Maruri. Pierden sus vecinos, que no van a tener fácilmente con un cura que se vuelque tanto en ellos como Jaime se ha volcado y que de algún modo van a recoger algo de ese odio que allí se ha sembrado ahora.

De entre esos vecinos hay sesenta que me votaron en las pasadas elecciones y que me han permitido salir concejala, una concejala del PP frente a seis del PNV. Simplemente, soy una prueba de que esa sociedad no es ideológicamente compacta y de que todos no odian allí a Jaime Larrinaga sino de que él ha conseguido remover unos cuantos corazones. Creo que esos resultados también se los debo a Jaime y a esa ilusión que él creó de la nada, del páramo totalitario y conformista donde era tan difícil que creciera la flor del pluralismo. Gracias a toda esa Movilización del último año, hoy tengo el honor y la responsabilidad de tomarle de algún modo a Jaime el relevo, de recoger su bandera de libertad y convivencia en ese lugar problemático, de ser la primera edil constitucionalista que tiene Maruri en toda la etapa democrática No decepcionaré a quienes me han elegido.

La semilla que Jaime ha sembrado en ese pueblo de Vizcaya la recojo yo ahora y terminará dando muchos frutos en el futuro. Hoy la pluralidad política de Maruri es muy tímida pero esos sesenta votos son un síntoma de cambio, un signo de esperanza. La brecha ya está abierta en esa imagen ideológicamente monolítica que tenía Maruri hasta ayer. Esperemos que ahora no aumente mi señalamiento por recoger esa bandera de la libertad y del pluralismo. Los nacionalistas deben habituarse a convivir con quienes no pensamos como ellos y a aprender una lección elemental de respeto, limitándose a comprobar que quienes no somos de su secta no intentamos desterrar de nuestras parroquias a los curas que son nacionalistas y que no piensan como nosotros.

Que nadie piense que con la marcha de Jaime se ha perdido Maruri para la causa democrática. Esa marcha les señala y les pone en evidencia a los que le han hecho el vacío a Jaime y a los que hablaban en nombre del pueblo. Pueblo son también los sesenta votantes que me han elegido y que deseaban que Jaime se quedara. Esas personas son tan pueblo como quienes han votado al nacionalismo bien por convicción, bien por comodidad, bien por puro y simple miedo. Lo bueno que tienen las urnas es que las cifras no son rebatibles por parte de quienes mintieron negando que Jaime tuviera apoyos en su comunidad parroquial y que son los que, dando esa imagen de uniformidad impuesta por la fuerza, de ausencia absoluta de democracia y de triunfo fáctico del "pensamiento único" que tanto denuncian en los otros, han causado a Maruri y a la imagen de Maruri el auténtico daño. Hoy, Jaime Larrinaga es una referencia democrática para toda España mientras el nombre de Maruri ha quedado, sin embargo, asociado a la intolerancia. En luchar contra esa mala imagen y contra esa triste realidad pienso poner todo mi empeño, como hacen todos mis compañeros del Partido Popular en todos los lugares del País Vasco, hasta conseguir que puedan hallarse cómodas, algún día, personas como Jaime y como las que no han dejado solo a Jaime en ningún momento.

Ascensión Pastor es Concejala del Ayuntamiento de Maruri y Senadora del Partido Popular.


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