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Aurelio Alonso Cortés

La irreal Navidad del Rey

Su ambigüedad gustó a todos, especialmente a los separatistas. Así, El Periódico de Cataluña interpretó lo del consenso como “unanimidad en torno al Estatut”.

La tarjeta fotográfica con la que la Casa Real ha felicitado las Navidades a los españoles, no es auténtica. Es un montaje, o mejor dicho un fotomontaje. Sobre la foto-base del ventanal a un idílico jardín –¿de La Zarzuela?– se han incrustado digitalmente las de los monarcas y sus nietos procedentes de poses anteriores. Una pierna faltaba aquí y otra allá. Por respeto a Sus Majestades evito profundizar. Es pues “una real foto”, pero no “una foto real”, verdadera. Ni Goya lo hubiera pintado con mayor falta de respeto. La crítica del trueque, que fue primicia de “El Mundo”, es acertada pues, como indica ese mismo medio, “no puede presentarse a los españoles lo que nunca sucedió”. En tiempos de tanta mentira política es la certeza e identidad indubitable de sus personas y actos lo que diferencia a la monarquía de otras instituciones.

Sin recuperarnos aún del asombro fotográfico escuchamos el tradicional discurso real de Navidades en plena cena de Nochebuena. Ni una palabra sobre el evento religioso que daba ocasión al mensaje navideño, salvo el simbólico y sintético belén con el Niño, la Virgen y San José.

Don Juan Carlos pronunció frases de doble dirección. A nadie extrañe que sin darse por aludidos los partidos las hayan apropiado “a beneficio de inventario”. Su ambigüedad gustó a todos, especialmente a los separatistas. Así, El Periódico de Cataluña interpretó lo del consenso como “unanimidad en torno al Estatut”. Y Deia resaltaba que "el PNV espera que los valores que defiende el monarca español se hagan efectivos también en Euskadi".

Fue un discurso triunfalista e irreal, con referencia a éxitos –se supone que gubernamentales– sin mención concreta a los muy peligrosos y recientes sucedidos de la España diaria y real. Habló de crispación aunque sin reparar que, siendo síntoma de una grave enfermedad, no se cura con recetas de diálogo y consenso es decir, con aspirinas. ¿Con quien podría dialogar el primer partido de la oposición si el pacto del Tinell le prohíbe todo trato con los del cuatripartito, la artificiosa mayoría que manda en España? De este modo diez millones de españoles con plenos derechos carecen de voz cuando se modifica la Constitución.

¿Oyeron amigos lectores en el real discurso algo sobre la libertad de expresión, primer pilar constitucional y basamento de toda democracia? Y sin embargo es pública y notoria la preparación de una ley mordaza en Cataluña –por mediación del CAC– y otra para toda España, la del CEMA.

¿Pudo desconocer Su Majestad que el día anterior el Consejo de Ministros había aprobado un anteproyecto de ley dividiendo la Justicia –el segundo pilar constitucional– y su unitario Consejo General del Poder Judicial en 17 Consejos autonómicos, arrinconando de paso al Tribunal Supremo de todos los españoles? A partir de ahora tendremos juicios “a la carta” según territorios. Y jueces sumisos a cada poder autonómico nombrados por los respectivos Parlamentos. ¿Qué jueces independientes nos ampararán de la eventual arbitrariedad de los políticos? ¿Quién juzgará a éstos?

Tampoco encontramos en el discurso real referencia al tercer pilar constitucional que es la solidaridad entre las comunidades autónomas más ricas y las que no lo son. Y ello en un momento en que los del Estatuto quieren alzarse con el santo y la limosna.

Justificar los silencios en que el Rey no debe entrar en materias de Gobierno, equivale a admitir como incumbencia del Gobierno el trastocar la Constitución, incluso en la unidad nacional, sin participación de todos los ciudadanos, con ocasión de cambiar el Estatuto de algunos. Olvidan que según la Carta Magna el Rey, como Jefe del Estado, es “símbolo de su unidad y permanencia”, “arbitra y modera el funcionamiento regular de sus instituciones” y “debe guardar y hacer guardar la Constitución”.

Su discurso repitió conceptos de los últimos treinta años de reinado. Se refirió al terrorismo indicando que terminarlo era “objetivo prioritario e irremplazable”. ¿Qué fue del Pacto antiterrorista de los dos partidos mayoritarios que dio tan buenos resultados? ¿Por qué silenciarlo? Y en materia de educación fue escueto: “llevo años insistiendo en que la mejora de la educación y el fomento de la innovación tecnológica son tareas prioritarias”. Reconoció el retraso pero no señaló males y remedios. España lidera el fracaso escolar europeo gracias a que la LOGSE de 1990, y ahora la LOE, han sustituido el esfuerzo personal de cada estudiante por una irreal igualdad en la mediocridad. ¿Se les prepara para el pensamiento único, el mismo que pretende la ley mordaza?

¿Dónde quedaron en el discurso navideño la ética y los principios morales? A los actuales gobernantes sólo parece importar la educación para la ciudadanía, resumida en esta frase de la Carlos III que pastorea Peces-Barba: “la palabra de Dios no significa nada para el ciudadano”. ¿No estará este agnosticismo impulsando a los jóvenes al consumo generalizado de drogas, al navajeo en las calles, a la promiscuidad, y al record de 85.000 abortos? ¡Y que decir del comisioneo de algunos mayores; del Carmel por ejemplo!

¡Cuánto echamos en falta a un Don Sabino en la Casa Real! Al menos los que creemos que la monarquía es esa continuidad que nos evita el follón de elegir Presidente de la República cada cinco o seis años.

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