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Aurelio Alonso Cortés

Por la educación, y por España

Siga pues tranquilo señor Rodríguez. Nunca los padres de familia que demandan enseñanza cortarán carreteras, bloquearán servicios, causarán daños, ni se acogerán simplemente a desobediencia civil no pagando los impuestos

Critiqué hace varios años la Ley electoral vigente desde 1985 porque, sin que la Constitución lo imponga, se basa en listas cerradas por los partidos. Un “lo tomas o lo dejas” que permite llegar a diputado a mediocres, incapaces de competir y ganar votantes en campo abierto. Otro mal del sistema son los “partidos bisagra” aquellos que “cabiendo en un taxi” se montantean a las mayorías hasta cargarse, por ejemplo, la unidad de España.
 
Ambas enfermedades pudieron sanarse reformando la ley electoral por mayoría simple pero no se hizo por los sucesivos gobiernos. ¿Para qué si los elegidos diputados votan en el Parlamento a la voz y ritmo que marca el portavoz parlamentario del partido? Igual que remaban en la antigüedad los galeotes atados a la bancada, hoy parlamentaria. Y como también ha fracasado la promoción de leyes por “iniciativa popular” –formula constitucional ejercitable con la firma de 500.000 ciudadanos– sólo les queda a éstos guste o no –a mi poco me complace–, la manifestación como medio para expresar su voluntad.
 
Por eso aplaudo la del inmediato sábado 12 de noviembre, a las 17 horas, en la plaza de Neptuno de Madrid. Nos facilitará el encuentro con el resto del pueblo soberano que, aparte de ideologías, tiene preocupaciones sin resolver, y ahora para inri la de cómo educar a sus hijos. Así lo ve este comentarista sin afiliación perteneciente a la gran sociedad civil, huérfana política y que la izquierda empieza a motejar de ultraderecha, esa sociedad que aspira a que los partidos políticos regresen a servir al ciudadano sin empeñarse en conservar el poder a toda costa. Tengo muchos “porques” para recomendar la manifestación. Veamos algunos:
 
Porque es una manifestación por la libertad de enseñanza, que es la puerta de las restantes. En ella podremos recordar a los diputados que son nuestros mandados no mandantes. Y que “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Nótese que es la Constitución en su artículo 27, no este comentarista, la que lo categoriza como “derecho de los padres” nunca del Estado.
 
Porque quiero defender el derecho de mis hijos a elegir para los suyos la enseñanza religiosa, estaré en la manifestación. Religiosa la quieren el 80% de los padres incluidos, por tanto, muchos votantes socialistas. Y no los sucedáneos estalinistas o filomasónicos del proyecto de LOE como la “educación para la ciudadanía”, vía rápida hacia el Estado totalitario. Yerra Rubalcaba cuando deja la elección en manos de los chicos añadiendo que: “La Iglesia lo debería entender y no derivar obligaciones para los niños que no quieren estudiar la asignatura de Religión”.
 
Porque deseo que no ocurra aquí lo que pasa en Francia, estaré en la plaza de Neptuno. Allí la juventud destroza al grito de “quiero ser como tú; quiero tu coche, tu casa incluyendo en ella tu mujer”; sus móviles, con el “pásalo”, utilizan el verbo “follar”. Son hijos de emigrantes educados desde hace veinte años en el agnosticismo de la escuela “libre” francesa de mayo de 1968.
 
Porque siempre he combatido los monopolios, estaré también el próximo sábado en la manifestación. Coincido con el cardenal Amigo cuando califica de “abuso de autoridad” y acusa al Gobierno de querer “imponer el monopolio educativo y la escuela única”. E invita valientemente al presidente Rodríguez a cesar en lo que –más que “ramalazo de laicidad y de Estado aconfesional”– son “argucias solapadamente sectarias y nada neutrales de marginar lo religioso, y particularmente lo católico, del ámbito social”.
 
Quiero ir a la manifestación porque ésta no es de las que el presidente Rodríguez podrá conjurar con dinero de los españoles. Como las de transportistas, pescadores o mineros. El 12-N está en juego la educación de los hijos sin moneda de cambio. Nadie coaccione a la Iglesia con eliminar la compensación económica debida por servicios a los ciudadanos –caridad, enseñanza, conservación de monumentos etc.– y hasta un a modo de pago aplazado de antiguas desamortizaciones. Si se perpetrara el expolio saldríamos los fieles a sostenerla.
 
Quiero también manifestarme porque el triunvirato PSC, ERC e ICV ya acordó en el "Pacto del Tinell", la exclusión de la religión de la escuela pública como base del Estatuto Catalán. Ayer mismo la separatista ERC recordaba que en sus enmiendas a la LOE apoya la exclusión porque es "acorde con su manera de ver las cosas".
 
Y por si fuera poco quiero acudir para ver banderas españolas, sin águilas ni toros. Incluso en los balcones. Y que las vean tantos y tantos que se acostumbren a exhibirla como símbolo de la patria común a todos los españoles. En el amor a la bandera si debiéramos parecernos a Francia. No basta señor Rodríguez con decir “oui”, y “madames mesies les diputés”.
 
Por último, quiero ir a la manifestación porque sí. Porque estoy harto de que sólo la izquierda se crea con derecho a convocar manifestaciones incluso para presionar los últimos resultados electorales. Esa izquierda visceral que califica de ultraderecha y fascistas a todos los que no votan socialismo. Y que empieza a dividirnos en dos. Para ella no existe el centro ni ciudadanos apolíticos como este comentarista. Con el riesgo de ignorar a la mitad de los españoles incluidos aquellos que no tienen claro a quien votar. De leer los evangelios sabrían que “quien ama el peligro perecerá en él”.
 
Siga pues tranquilo señor Rodríguez. Nunca los padres de familia que demandan enseñanza cortarán carreteras, bloquearán servicios, causarán daños, ni se acogerán simplemente a desobediencia civil no pagando los impuestos. Lo impide esa misma educación religiosa que ahora malquiere.

En España

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