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Los intereses bancarios creados

El tamaño estimado de la burbuja global asciende al dinero gastado en el Plan Marshall, la compra del Estado de Lousiana, la guerra de Korea, el New Deal, la guerra de Irak, la guerra de Vietnam y la operación de la NASA a la Luna.

Imaginemos que contamos con una fortuna mayor que la suma del dinero gastado en el Plan Marshall, la compra del Estado de Lousiana, la guerra de Korea, el New Deal, la guerra de Irak, la guerra de Vietnam y la operación de la NASA que llevó al aterrizaje en la Luna y que de la noche a la mañana lo perdemos. Aún a pesar de nuestra incapacidad para hacer dicha suma algo comprensible, el total del problema deja de ser un número seguido de muchos ceros, para así sentirlo enormemente más cercano.

Éste es el tamaño estimado de la burbuja global o, en otras palabras, lo que se ha perdido. Diría que un desastre de tal calibre merece un poco de reflexión. Lo sucedido es el resultado -como es habitual en el caso de una catástrofe- de una combinación de factores. La pregunta que hizo la Reina Isabel II de Inglaterra en la London Business School de “cómo hemos llegado a este punto” es equivalente a preguntar al portero del edificio en llamas si sabe por qué está ardiendo la azotea.

Margaret Thacher, ex primera ministra del Reino Unido, cuando se tuvo que plantear la reunificación de Alemania citó a un grupo de historiadores en Balmoral y les planteó la cuestión correcta: “¿Puede Alemania unificada volver a los pasos que llevaron a la II Guerra Mundial?”. Ésta es la pregunta a responder en el caso de la burbuja financiera, y todo el mundo sabe que las consecuencias de un drama son fruto de una acumulación de negligencias.

Forman parte de la explicación misma varias causas. La primera y más relevante es una visión simplista de la Ciencia Económica. Se trata de un sistema muy complejo, con resultados impredecibles a largo plazo, por si fuera poco, intervenido, siendo una de las causas más importantes la desastrosa intervención política junto con la figura de los Bancos Centrales como el "tenedor de última instancia".

La cuestión que planteó la Reina Isabel II nos lleva a la suposición de que de una manera u otra -en este caso las personas a cargo de la economía- han hecho lo que no debían o no sabían. A riesgo de parecer cínico preguntaría si la Economía explica a los economistas o al revés, por la sencilla razón que, como explicaremos, son meros espectadores de una situación que está en otras manos, la de la clase política. Es como el contable de la entidad que sólo recoge lo que otros han hecho.

El economista ve los números, se forma opinión, pero no tiene capacidad de control alguna o muy limitada en lo relativo al problema, y al igual que el contable y el portero tal vez se hagan una idea del desastre, pero lo más importante, el poder de actuar, no está en sus manos. Es la misma situación que en la foto. ¿De haberlo sabido los afectados no habrían salido corriendo?

Los que controlan la nave son los políticos junto con la complicidad del sector financiero. Dicho en palabras más corteses por el premio Nobel de Economía R. Mundell: "La democracia resulta en unos programas que contienen un incremento de las demandas sociales que los gobiernos se comprometen a suministrar o pueden ser cesados en las próximas elecciones. El esfuerzo para financiar esos programas requiere elevar los impuestos y pedir prestado al banco central para financiar el déficit…"


Estos años pasados han servido para que las familias y las empresas españolas se hayan endeudado a causa de las facilidades crediticias. No es el único país. Cuentan que en Islandia hubo personas que consiguieron un total de 600.000 libras con tres entrevistas,  cada una de 15 minutos y un importe de 200.000 libras, y ante la falta de destino potencial de estos fondos el consejo del banco era el siguiente: “Esto es como una carretera solitaria y un buen coche… Se pisa a fondo”.

El caso español

Los datos señalan que en España hay del orden de 6 millones de personas con hipotecas -unas 3 millones de familias-. Si estimamos una hipoteca media de 130.000 euros la deuda total de las familias rondó en su momento los 3 billones de euros, a pagar en un plazo mínimo de 20-30 años.

Una vez descontado lo amortizado en el tiempo transcurrido desde la concesión y sumada la deuda de las empresas, la cifra de endeudamiento privado total oscila entre los 2,5 y los 3 billones, tal y como recoge el Banco de España. Este importe es aproximadamente 3 veces el PIB. Vamos a hablar un poco de esta deuda y de alguna de sus componentes.

Lo primero que quisiera indicar es que ese dinero no está en forma de bienes y servicios, y estará en los próximos 10 a 20 años por lo menos. Y con el dinero avalado por esa deuda, bancos y empresas españolas a su vez han hecho inversiones. Resumiendo, las familias están endeudadas y, previsiblemente, lo estarán durante un tiempo.

Ha habido momentos en los que los hogares tenían comprometidos el 52% de la renta familiar, lo cual significaba que si uno de los aportadores de renta iba al paro el 100% de la renta familiar estaba comprometida para el pago de hipoteca. Los datos de algunas fuentes indican que puede haber unas 200.000 familias en esas condiciones, es decir, con todos sus ingresos dedicados a pagar hipoteca. No vamos a incidir aquí en lo que está muy explicado por diversos autores, simplemente, añadiremos dos notas al respecto.

Una, los tipos de interés tan bajos han favorecido la asunción de hipotecas por parte de los particulares, pero como los salarios están indexados con el Índice de Precios al Consumo (IPC) y éste es muy bajo, significa que no están creciendo los salarios y que ante la pérdida de renta la situación de los pagos se alargaría dramáticamente. Al mismo tiempo, en el caso de incremento del consumo, para no crear tensiones inflacionistas si sube el índice de precios, también lo hace el tipo de interés con la penalización relativa de las hipotecas.

Respecto a las Entidades Financieras, señalar que acumulan unos 800.000 millones de euros en deuda externa que hay que pagar. Esto significa que al funcionar las Entidades Financieras con el esquema de Flujo de Caja -lo que entra, sale, no hay reservas-, la parte correspondiente de los bonos de titulización que se tiene que pagar tiene que cobrarse antes, y esa parte son los pagos hipotecarios que, como hemos visto, están en cuestión. 

Un poco sobre estos bonos. Las hipotecas se han convertido en paquetes que se han titulizado con el objeto de convertir un activo, la hipoteca, en capital. Sobre el papel es un mecanismo estupendo, ya que evita el recurso al Banco Central, diluye el riesgo y suele producir el beneficio de ser arte y parte.

Es decir, como la gestión de las Entidades Financieras con el cliente no se cede se cobran gastos de gestión y, en algún caso,  intereses de demora si el cliente no pagó a tiempo entre el tiempo transcurrido entre la fecha de pago de la hipoteca y la cesión normalmente mensual de las cantidades al fondo.

Además, esos bonos de titulización han servido para dos cosas: como colateral ante el BCE para el descuento, y como parte del coeficiente de solvencia, lo que resulta muy difícil de justificar si las Entidades Financieras tienen problemas.

El dinero recaudado por la venta de esos bonos presenta una correlación importante con la masa monetaria. Aunque contablemente las titulizaciones no aumentan la masa monetaria, en la práctica, lo hacen, pues el flujo de entrada y salida no cuadra, tal y como revelan los datos macro al estudiarse la correlación entre ambas magnitudes. Esta operación -titulizar las propias hipotecas- no les está permitida a los bancos canadienses.

Ese efecto a su vez es el que ha producido la falta de liquidez en algunas Entidades Financieras debido al hecho de que, en primera instancia, las pérdidas van contra el capital.

Artículo elaborado por Juan Luis Valderrábano López.
Doctorando de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.

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