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Recortes de impuestos sí, pero por las razones adecuadas

Robert P. Murphy, analista del Ludwig von Mises Institute, critica el nuevo plan de estímulo económico de Obama por incrementar el gasto público y reducir impuestos en base a argumentos falaces y equivocados. Detrás subyacen "ideas keynesianas".

En su empeño por oponerse a la locura del plan de “estímulo”, muchos expertos han caído en la trampa keynesiana. Argumentan que sería más efectivo el estímulo si el gobierno recortara notablemente los impuestos, en vez de que los políticos gasten casi un billón de dólares. Esto “pondría el dinero en los bolsillos de los americanos” y así irían al centro comercial y “pondrían ese dinero en circulación, lo que reanimaría a la economía”.

Aunque a primera vista esos argumentos son válidos, suelen tener detrás ideas keynesianas. Justificando recortes de impuestos con el motivo de que los contribuyentes gastarán el dinero, estos críticos se ponen en evidencia. Al fin y al cabo, ¿por qué confiar en los caprichosos contribuyentes, quienes podrían egoístamente decidir pagar sus deudas o guardarse parte de su dinero en efectivo? Si la recuperación se va a producir comprando cosas, nadie lo puede hacer mejor que los políticos de Washington DC.

Los consumidores no causan las recesiones

El error más grave en el argumento de “hacer que los contribuyentes gasten el dinero” es que acepta la idea keynesiana de que las recesiones son debidas a una repentina aprensión por el consumo. Esta es la perspectiva que domina en la prensa económica.

Los analistas se preguntan si “las compras de vacaciones sacarán a la economía del agujero”, e incluso premios Nobel se lamentan de que los consumidores americanos hayan tirado finalmente la toalla y reducido su consumo.

Es indudable que en última instancia el consumidor necesita comprar el bien o servicio final para que un proceso de producción sea rentable. Sería inútil que los trabajadores se afanaran en un proyecto si al final de la cadena no hubiera un consumidor dispuesto a comprar el bien acabado.

Pero esto prueba lo ridículo que es arreglar la economía a través de manipulaciones del consumo. Si los americanos están preocupados por el futuro y quieren restringir sus compras de iPods, Dvd’s, sus caras salidas nocturnas, etc. no deberíamos echarnos las manos a la cabeza y preocuparnos por que esto arruinará a “la economía”. La función de un sistema económico no es dar empleos, sino proveer los bienes que los consumidores desean. Si la gente quiere cortar sus compras de ciertos artículos, el sistema económico debería responder a ese cambio de preferencias.

Desafortunadamente, la escasez es una característica de nuestro mundo. Esto significa que siempre hay tradeoffs (el sacrificar una cosa por otra, es decir, que elegir la opción A entre las alternativas A, B y C tiene el coste de no poder elegir B y C) en cualquier decisión. No hay suficientes recursos disponibles para satisfacer todas las necesidades humanas. En particular, el trabajo es necesario para transformar los regalos de la naturaleza en bienes que sean más satisfactorios para la gente.

Lo principal y más delicado de una economía es, pues, producir cosas. Después de que el producto está disponible, consumirlo es pan comido. Escuchando algunas versiones que dan los keynesianos, da la impresión de que las empresas están pasando problemas porque los americanos decidieron repentinamente que no les gustaba la carne y que no querían televisiones de plasma.

Por supuesto esto no es lo que sucedió. Por el contrario, lo que pasó es que los consumidores americanos decidieron que no estaban preparados para gastar tanto en artículos que no son estrictamente necesarios. Para demostrar que nuestra recesión no se debe a la falta de consumo per se, imagina que los concesionarios de coches anunciaran que venderían cada unidad por 1$. O que aquellos que están buscando vender sus casas y no encuentran compradores las pudieran vender por 10$ cada una. ¿Alguien duda de que así se descargaría el exceso de inventarios en solo unas horas?

Por supuesto, los concesionarios de automóviles y los vendedores de inmuebles no querrían rebajar drásticamente sus precios, porque esperan vender a un precio mayor en un futuro. En un principio, sus expectativas no eran cobrar sólo 1$ y 10$ por unidad, dado que invirtieron dinero a lo largo de los años, hasta llegar al actual aprieto en el que tienen grandes inventarios sin vender.

Finalmente, llegamos a ver cuál es el problema: Las empresas que ahora están luchando por su supervivencia hicieron malos pronósticos, previeron mal el futuro. Esto no significa que las personas a cargo de estos negocios sean inmorales ni estúpidos, ya que podría ser que sus predicciones hubieran sido certeras si otra gente no hubiera tomado decisiones tontas. Pero cualesquiera que sean las excusas, resulta que hay muchas compañías que consumieron recursos escasos, creando productos basados en el supuesto de que conseguirían más por los productos de lo que los consumidores realmente están dispuestos a pagar.

En una economía de mercado, el sistema de pérdidas y ganancias regula el uso de los recursos escasos. Si una compañía sufre pérdidas, eso significa que desaprovechó factores de producción útiles (recursos naturales, horas de trabajo, bienes de equipo) en hacer un determinado producto, cuando esos inputs eran más urgentemente requeridos para otros fines, bienes o sectores de la economía.

En una economía de mercado, el cliente siempre tiene la razón. Si los consumidores no están dispuestos a adquirir los bienes y servicios que están siendo proporcionados por las empresas, entonces éstas son responsables de no haberse anticipado a los deseos de los clientes.

La recesión no es causada por un repentino golpe de ansiedad irracional por parte de los consumidores. Por el contrario, la actual debacle es culpa de la decisión de la Reserva Federal americana de rebajar los tipos de interés después del pinchazo de la burbuja de las punto-com y los ataques del 9 de septiembre. Alan Greenspan no quiso tratar directamente con una recesión entonces, y lo que hizo fue tapar el problema inundando los mercados crediticios con dinero barato, cortesía de la impresora de billetes. Esto generó un boom insostenible, especialmente en el sector inmobiliario y Wall Street.

Incluso si los consumidores quisieran mantener los hábitos de vida que disfrutaron entre 2002-2006, esto sería físicamente imposible a la larga. China no iba a enviar eternamente bienes electrónicos a cambio de derechos sobre grandes propiedades inmobiliarias sin inquilinos.

Es debido a estos desequilibrios en la estructura de producción a nivel global que los consumidores americanos han restringido sus compras menos urgentes y necesarias, y esta es la razón por la que los productores americanos tienen que adaptarse a las nuevas realidades. El Gobierno está simplemente tratando de congelar la economía norteamericana en la misma configuración y estructura que ha tenido durante los años expansivos.

Todo el dinero está en circulación

Relacionado con la falacia de pensar que los consumidores necesitan gastar para rescatar a la economía, está la idea de que el dinero sólo es útil socialmente cuando está “en circulación” en contraposición a cuando está parado en la caja fuerte.

Esto es simplemente ridículo. En cualquier momento del tiempo, todo el efectivo que existe en una economía está en la posesión de alguien; no hay tal cosa como dinero “en tránsito”. Cuando vas a comprar al supermercado, a las 12 horas y 15 segundos los 45$ están en tu mano, mientras que un segundo después están en posesión del dependiente y, por tanto, forman parte del dinero en efectivo inmovilizado por el supermercado.

Con tal de que el gobierno no interfiera en el sistema de precios, cualquier cantidad de dinero puede tener su utilidad. Si la gente empieza a tener miedo y decide incrementar su proporción de dinero en efectivo, esto significa que cada dólar cambiará de manos con menos frecuencia. En general, los precios tenderán a caer, y por tanto la misma cantidad de dinero per capita tendrá un mayor poder de compra, que es exactamente lo que buscan los que atesoran su dinero.

Porqué bajar impuestos es mejor que el gasto gubernamental

Permítanme ser claro: Estoy absolutamente de acuerdo con que tiene mucho más sentido que el gobierno recorte impuestos antes que recurra al gasto público para la recuperación económica. Lo que he estado discutiendo arriba es que la razón de este hecho no es que “en vez de los políticos, sean los contribuyentes quienes gasten su dinero y creen empleos”. Entonces, si la creación de empleo a partir del gasto privado es un mal argumento, ¿cuáles son las razones para apoyar un recorte de impuestos?

Primero está el argumento moral. Ese dinero fue ganado por los contribuyentes, por lo que siempre es buena idea quitarles (robarles) menos dinero. Segundo, el argumento de los incentivos. Especialmente, si la reducción de impuestos viene en la forma de tipos impositivos marginales más bajos (y no rebajas de una cuota fija), entonces los individuos tienen el incentivo de producir más. Nótese que esto es exactamente lo opuesto del análisis keynesiano estándar.

En otras palabras, el argumento pragmático para el recorte de impuestos no es dar a los consumidores más dinero para comprar cosas, sino dar a los productores el incentivo para producir más cosas.

En conclusión, los críticos del plan de “estímulo” de casi un billón de dólares tienen razón en apoyar recortes de impuestos antes que aumentar el gasto público. Sin embargo, muchos de éstos justifican su crítica de tal forma que ellos mismos demuestran la superioridad del gasto gubernamental. Un correcto análisis muestra que es mejor permitir a los contribuyentes que mantengan su dinero, incluso si dedican el 100% para amortizar sus deudas. No hay nada mágico en el consumo para pensar que nos saque de ésta. De hecho, fue el exceso de consumo lo que nos metió en la crisis actual.

Robert P. Murphy, artículo publicado orginalmente en el Ludwig von Mises Institute.

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