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Bernardo Marqués-Ravelo

Mensaje del oprobio

El cáncer que corroe el entorno cubano de principio de este siglo -y que arrastramos desde mediados de la centuria anterior-, se explica de alguna forma por la ausencia de libertad, la hipocresía, la doble moral, la falta de respeto a los valores básicos de la sociedad, el uso de la fuerza y la coacción, el miedo... En suma: la intolerancia, y la falta de piedad. Y ello, por obra y desgracia de un ser patético que rige los destinos de la mayor de las antillas desde el año 1959: Fidel Castro.

Súmese a lo anterior los férreos controles de la policía política (la temida G2), el marasmo de la sociedad criolla como resultado de las prohibiciones, y agréguese sumir al archipiélago en la miseria moral y espiritual de estos días, la falta de incentivos para el diario vivir, y otro largo etcétera que traté de sintetizar en el párrafo inicial.

Mientras el líder opositor cubano Oswaldo Payá Sardiñas, jefe del proscrito Movimiento Cristiano Liberación (MCL) y del Proyecto Varela, llama a los turistas que visitan su país a mostrar solidaridad con la disidencia y apoyarlos en actos de protesta -en unas declaraciones que publica el semanario alemán Der Spiegel en estos días-, y al tiempo que el gobierno de La Habana la emprende contra mundo y medio, y enarbola anatemas e imprecaciones frente a sus críticos, ha comenzado a circular en la capital de la isla un “Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos”.

Resulta un texto en apariencia impregnado de ternura cuando en verdad se trata de unas palabras de desamor y mala entraña, desde luego. Un documento que un grupo de cubanos -de lo que más vale y brilla en la isla en el mundo de las ideas-, ha hecho circular en los contextos de los intelectuales cercanos. Entre ellos el Nobel de Literatura, el portugués José Saramago, y el uruguayo Eduardo Galeano, hasta ahora eficaces defensores (y casi mílites) del mal llamado “proceso revolucionario cubano”.

Entre los firmantes del envío se encuentran la primerísima bailarina Alicia Alonso, y el músico ganador de varios Grammy, Chucho Valdés, la cantante del grupo Buena Vista Social Club, Omara Portuondo; el cantautor Silvio Rodríguez, el cineasta Alfredo Guevara; el historiador de La Habana Eusebio Leal; el ensayista Roberto Fernández Retamar; el premio Nacional de Literatura, Pablo Armando Fernández y el pintor Roberto Fabelo. Además, entre otros, el ministro de Cultura, Abel Prieto, y Cintio Vitier, católico de raza, y seráfico autor de tantos poemas “fervorosos y conmovedores”. Perfecto. Como ha dicho Eliseo Alberto Diego -su sobrino político-, “debemos de estar equivocados cuando Vitier, todavía, defiende a la revolución...”

Según esas afamadas lumbreras, las críticas mundiales tienen como objetivo aislar a la isla y “preparar el terreno para una agresión militar de Estados Unidos contra Cuba”. Hombre, de eso ni hablar del peluquín. Por supuesto. Cada vez que a Castro y su equipo se les enreda el dominó, en cuanto les llenan las bases, ahí está Estados Unidos para sacarlos a flote. Y en verdad le ha ido bien durante los últimos cuarenta y tantos años en esos enredos. Como en el cuento del cánido y la caperucita: “Mamá: Ahí viene el lobo...” Y a correr todo el mundo. Defendiéndose como gato boca arriba, por estas fechas el canciller comunista del “gobierno revolucionario” dijo que las condenas capitales resultan un procedimiento de excepción, “una dolorosa medida tomada como último recurso y fundada en la aspiración a evitar (Sic) muchas más pérdidas de vidas y costos para ambos países, impidiendo que se desate una crisis migratoria que concluiría en una guerra entre ambos países”.

Y proseguía: “Si aquí se desata una cascada de actos de terrorismo, de secuestros (...), se estarían creando las condiciones para una crisis migratoria, y para una situación extraordinariamente compleja para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Para evitar que eso desemboque en una guerra vamos a tratar de actuar con extraordinaria madurez, ante la irresponsabilidad y la complicidad de los que deberían cumplir sus obligaciones”, afirmaba en conferencia de prensa el canciller cubano. ¿Serán miserables e impúdicos estos comediantes? Pues sí, lo son.

Es de un cinismo atroz. Al menos tres intelectuales de renombre, de reconocido prestigio, permanecen hoy tras los barrotes de los distintos establecimientos penales cubanos con que se deshonra la isla: los poetas Raúl Rivero, y Manuel Vásquez Portal, y el periodista y director de la escuela independiente de periodismo Manuel Márquez Sterling, Ricardo González Alfonso.

El texto no menciona las recientes condenas a 1,454 años de cárcel en conjunto para 75 disidentes, ni las ejecuciones de tres secuestradores de un transbordador. Que nunca, jamás, dispararon un tiro. Negros los tres, por cierto. Increíble pero cierto. Así es la vida y tenemos que soportar, en silencio, las infamias escogidas del Comediante en Jefe. No hay nada que hacer, ya se sabe.

Sucede que ahora Castro está en crisis. Pero en una crisis terminal. Como nunca antes lo había estado. Y trata de pasar a la historia como un pájaro preso, infeliz víctima de Estados Unidos, y no como la hiena triste y temible y feroz que siempre ha sido. Así es la vida. “Cosas veredes, Sancho”, como decía El Quijote. Lo único que me causa aliento es la proximidad del fin de la dictadura. Que así sea.

Este artículo se publica por gentileza de El Correo de Cuba, donde apareció originalmente.

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