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Borja Prieto

Pensemos en los niños

Yo decido que mis hijos, hasta determinada edad, no tienen Tuenti ni Messenger, pero sí correo electrónico, por ejemplo. No necesito que el Estado entre en mi casa a decirme qué pueden o no hacer mis hijos en internet.

Los niños son a menudo la excusa favorita de cualquiera que intenta imponer su moral o sus ideas a los demás. Y para cualquier conservador, sea de izquierdas o de derechas, lo nuevo y lo desconocido siempre es una oportunidad para utilizar esa excusa.

El proceso es siempre igual: los jóvenes adoptan una costumbre distinta a las de sus mayores, los mayores se desconciertan, y los moralistas aprovechan para rasgarse las vestiduras por la relajación de las costumbres y reclaman la prohibición de los comportamientos que ponen en riesgo la salud moral de la sociedad.

Pasó con el rock&roll, con el vals, con el cine, con las novelas, pasa con los videojuegos y obviamente pasa con internet. La última ocurrencia ha sido la propuesta del PP de regular el acceso de los menores a las redes sociales. En un comentario en el blog de Enrique Dans uno de los diputados promotores dice que la propuesta "se les coló" como definitiva, cuando sólo era un borrador.

Pero el problema no son los diputados torpes que pasan como definitivo un borrador, sino la mente que ha ideado y escrito la propuesta, y todas las que lo han leído sin exclamar a grandes voces "¡Pero qué es este disparate!". El problema es que en el PP también abundan los que "piensan en los niños". Hace unos años, cuando el PP, en un rapto fugaz de apertura, admitió a unos cuantos bloggers en su convención tuve la oportunidad de escuchar cómo una señora eurodiputada defendía la censura en internet con el argumento de que "los niños están solos en casa muchas horas y sus padres no pueden vigilar lo que hacen". 

Pues qué quiere que le diga: es un problema de esos niños y de sus padres, no mío. Yo decido que mis hijos, hasta determinada edad, no tienen Tuenti ni Messenger, pero sí correo electrónico, por ejemplo. No necesito que el Estado entre en mi casa a decirme qué pueden o no hacer mis hijos en internet. Y mucho menos que, como pedía la eurodiputada (y ha hecho el gobierno australiano), el gobierno se gaste el dinero de todos en filtros "anti-porno" que para colmo no impiden que el chaval que se empeñe acceda a todas las guarradas que quiera.

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