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Carina Mejías

Chacón no tiene defensa

Era el momento de poner a los mejores al servicio de la nación, pero una vez más nos quedamos con mediocres colocados al servicio del interés personal.

No caeré en el tópico de afirmar que una mujer no puede asumir la responsabilidad de gobernar la política de la Defensa Nacional, por que no es cierto; en otros países se ha hecho con éxito y nosotros no tenemos porqué ser menos. Además, a las mujeres se las debe juzgar por su preparación y por su trabajo y no por su condición de mujer, expuesta a las críticas de siempre.

Mi condición de madre me impide cometer la imprudencia de afirmar que es difícil conciliar la maternidad con servir a los intereses de la Defensa Nacional. Ese no es el tema.

Estoy segura que el nombramiento de la prestigiosa Cristina Garmendia como ministra de Ciencia e Innovación no va a suscitar ni un sólo comentario despectivo por ser mujer ni por su preparación, porque la tiene suficientemente acreditada. Puede que alguien se pregunte si era necesario nombrar a una opositora de élite como Beatriz Corredor al frente de un ministerio sin competencias, pero nadie discutirá su capacidad.

No va a ser igual el caso de Carmen Chacón al frente del Ministerio de Defensa. La experiencia demuestra que de un ministro se espera que esté a la altura de las circunstancias y, en este caso, lo deseable sería que al frente de la Defensa Nacional hubiera alguien con una preparación académica similar y una ligera idea de lo que son y representan aquellos a los que va a dirigir.

En la España de hoy, nada impide que una mujer sea docta en estudios geoestratégicos, tecnológicos o geodésicos, o que sea una experta en resolución de conflictos. En tal caso nadie discutiría su nombramiento, pero a la señora Chacón tan sólo le adorna una licenciatura en económicas, su entrada en política y una meteórica carrera a la sombra de Zapatero.

El Ministerio de Defensa no puede ser un regalo, ni tampoco el instrumento con el que avanzar en las políticas de igualdad que los socialistas habitualmente basan en gestos más aparentes que efectivos.

La Defensa Nacional requiere de su más alto gestor, la preparación, la responsabilidad y el compromiso necesario como para saber que los ejércitos son una herramienta fundamental de la política exterior de España, que debe desarrollar sus proyectos en perfecta sintonía con las decisiones del Ministerio de Exteriores, pues de ello depende nuestra seguridad y la vida de miles de hombres que hoy se hallan repartidos por el mundo en diferentes escenarios de conflicto, aunque eso a Zapatero no parece importarle.

Además tiene en sus manos la responsabilidad de gestionar nuestras unidades en territorio español, las unidades de apoyo a la fuerza deben mejorar sus dotaciones, sus recursos y ofrecer la preparación que les permita estar a la altura del proceso constante de modernización tecnológica en que están inmersas las fuerzas armadas.

Consideración aparte merecen las históricas reivindicaciones salariales, y la tranquilidad y bienestar de sus familias.

Si lo anterior es arriesgado, me parece una imprudencia poner en manos de la señora Chacón el control de Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que necesita una profunda transformación ya que en los últimos años no ha estado exento de polémica, por servir más a los intereses turbios e internos del Gobierno que a los verdaderos intereses de la Defensa Nacional, ya estén amenazados dentro o fuera del territorio español.

En definitiva, el nombramiento de Carmen Chacón como ministra de Defensa me parece una temeridad que obedece más a una cuota que al verdadero objetivo de servir a los intereses de España. No me sorprende, porque el nuevo Gobierno de Zapatero es un Gobierno de cuotas; hay cuota catalana, cuota andaluza, cuota vasca, cuota de mujeres, cuota de jóvenes, cuota de incompetentes y cuota de amigos a los que había que recolocar.

España merece algo más que un Gobierno de cuotas que sirva a intereses peregrinos, que ni saben ni entienden de retos de futuro. Era el momento de poner a los mejores al servicio de la nación, pero una vez más nos quedamos con mediocres colocados al servicio del interés personal.

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