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Carlos Alberto Montaner

La ayuda más sencilla y eficaz

Naturalmente, las prioridades ahora son muy fáciles de establecer: equipos de salvamento, medicinas, agua potable, hospitales de campaña. Lo de siempre. Pero eso sólo servirá para aliviar los horrores del primer mazazo. Una vez recogidos los escombros y enterradas las víctimas, los sobrevivientes descubren algo terrible: la catástrofe también ha destruido comercios, pequeños talleres, algunas fábricas. El terremoto, en suma, les ha quitado las formas muy precarias de ganarse la vida que tenían decenas de miles de personas.

Es en ese punto en el que Espagna puede ayudar a los salvadoreños sin necesidad de grandes desembolsos. ¿ómo? Otorgándoles urgentemente cuatro o cinco mil visas de inmigrantes para que puedan trasladarse a España a trabajar. España necesita inmigrantes y El Salvador necesita darles trabajo a miles de personas que luego remitirán a sus familias una parte sustancial del dinero que ganan en el exterior. Las remesas de los emigrantes constituye hoy la primera "exportación" de El Salvador: unos mil quinientos millones de dólares al año. Una cifra considerable, pero insuficiente.

No hay una forma más eficiente de ayudar a un país pobre que abrirle la puerta a sus emigrantes. No hay corrupción. No hay ONGs. No hay burocracias entorpecedoras. El dinero va directamente de quien lo gana a quien lo necesita. Una lección, por cierto, que los españoles conocen perfectamente. Si hoy España es un país rico --por lo menos desde la perspectiva centroamericana-- lo es, entre otras razones, porque en las décadas de los sesenta y setenta cientos de miles --tal vez un par de millones-- de españoles se fueron a trabajar al extranjero y desde allí contribuyeron a la prosperidad de los que se quedaron. Ojalá que las autoridades del ministerio de Asuntos Exteriores tomen ese camino: los salvadoreños les quedarán eternamente agradecidos. Y a los españoles no les costará un duro.

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