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Carlos Alberto Montaner

No era contra los Reyes Magos

Hace unos días, los españoles se sorprendieron con la arremetida del gobierno cubano contra una cabalgata de Reyes Magos organizada por la embajada espanola en La Habana, previamente autorizada. Aparentemente, se trataba de la cólera del gobierno contra la manera indignante con que los lanzaban caramelos a los ninos. La verdad era otra: el propósito del gobierno es aislar a las autoridades españolas en La Habana, demonizándolas, de manera que los disidentes y los intelectuales de la Isla no se acerquen a la sede de los espanoles por miedo a verse relacionados con un gobierno al que Fidel Castro y los principales medios de comunicación de Cuba califican de "enemigo".

La estrategia no es nueva: fue expuesta hace algún tiempo por el propio Fidel Castro en un acto a puerta cerrada con la UNEAC, presidido por el ministro de Cultura, Abel Prieto, en el que, a propósito de la película "Guantanamera", explicó los peligros que entrañaban las posiciones críticas de los artistas, y cómo el centro cultural de Espana en La Habana podía convertirse en un foco de "actividades enemigas".

A partir de ese momento, entró en juego la Sección Tres de la contrainteligencia --la que se ocupa de seguir, penetrar y desvirtuar las manifestaciones culturales y artísticas que cuestionan las virtudes de la revolución cubana-- y multiplicó sus actuaciones sobre y contra los diplomáticos españoles radicados en Cuba y aún en la propia España, para lo cual cuentan con las diversas organizaciones regionales de "amistad" con Cuba, formadas por la Dirección General de Inteligencia de Cuba por medio de su brazo "Comité Cubano de Amistad con los Pueblos". Dentro de este esquema, el "caso de la cabalgata de los Reyes Magos" puede verse más como una emboscada, como una crisis provocada, lo que explica la previa autorización que se le concedió.

Cuando Eusebio Leal transmitió la petición de la embajada española en La Habana, la Seguridad del Estado vio una oportunidad dorada para a los españoles, algo, por cierto, que no le comunicaron al diligente funcionario. Hoy, tanto Leal como Prieto --cuya hermana se exilió recientemente en Estados Unidos--, criptoreformistas que viven muertos de miedo, se avergüenzan de lo ocurrido, pero no se sienten con fuerzas para protestar.

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