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Carlos Ball

Adiós, Clinton

Como siento profunda vergüenza por los presidentes que los venezolanos hemos llevado al Palacio de Miraflores durante los últimos treinta años, creo comprender un sentimiento similar de parte de muchos de mis amigos norteamericanos respecto a Bill Clinton y su legado.

Tanto las cualidades como las fallas de Clinton tienden a recordarnos más a políticos latinoamericanos que a los usuales ocupantes de la Casa Blanca: simpático, extraordinario orador, presto a abrazar a los hombres y a besar a las mujeres, incansable mujeriego, manipulador, mentiroso, descarado, etc. Al mismo tiempo, creo que muchos latinoamericanos piensan que la tragedia personal de estar casado con una mujer como Hillary Clinton en parte justifica, o al menos explica, algunos de sus desmanes.

El periodista Christopher Hitchens, columnista de la revistas The Nation y Vanity Fair, se refiere al régimen clintonista como una “presidencia peronista”, observando en Clinton ciertas cualidades que más frecuentemente vemos entre los políticos latinoamericanos. Hitchens, quien es el autor del libro titulado “No queda nadie a quien mentir: Las políticas de la peor familia” publicó en estos días una lista de las faltas de conducta de Bill Clinton que parece bastante ilustrativa de la era que termina:
- Es el primer presidente de Estados Unidos que ha sido acusado de violar a una mujer y que ha rehusado contestar esa acusación.
- El primer presidente que confronta un proceso legal que le prohibiría ejercer la profesión de abogado.
- El primer presidente en pagar dinero a una ex subordinada como compensación por daños.
- El primer presidente de quien se sospecha haber ordenado bombardeos para desviar la atención de sus problemas personales (Sudán y Kosovo).
- El primer presidente que ha “alquilado” la habitación de Lincoln en la Casa Blanca para obtener fondos para sus campañas políticas.
- El primer presidente que ha pedido excusas públicamente por algo que no ha admitido haber hecho.
- El primer presidente que trata de definir en público lo que es y lo que no es una relación sexual, añadiendo que todo ello depende del significado que se le dé a la palabra “es”.
- Le mintió abiertamente a sus ministros y asesores.
- Politizó abiertamente al Departamento de Justicia.

Para América Latina la presidencia de Bill Clinton fue funesta. Atado como estaba a los intereses proteccionistas de los grandes sindicatos, la apertura comercial hemisférica no avanzó más allá del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, el cual había sido puesto en marcha por el equipo de Bush padre. La administración Clinton más bien introdujo a las deliberaciones comerciales una serie de consideraciones laborales y ambientales diseñadas para perjudicar la competitividad de las economías en desarrollo. Si Inglaterra y Alemania hubiesen logrado imponerle a Estados Unidos en el siglo XIX sus propias normas industriales o algún concepto de “nivelación del campo de juego”, impidiendo por ejemplo que los hijos de los agricultores norteamericanos ordeñaran las vacas y recogieran las cosechas en horas que debieran estar en la escuela, ello hubiese sido considerado como un imperialismo inaceptable y a este país se le hubiera dificultado inmensamente competir y exportar sus productos.

Peor aún ha sido el descarado irrespeto del Departamento de Justicia de Clinton/Reno al imperio de la ley, violándose con frecuencia los derechos de propiedad, abriéndole la puerta a abogados litigantes para que demanden a empresas en supuesta defensa de los consumidores, como si estos desconociesen los riesgos de fumar o de comprar una pistola y debilitando así el concepto de la responsabilidad individual. Y ni hablar de la espantosa tragedia de Waco, Texas, o la utilización de la fuerza militar para capturar al niño Elián González a medianoche de la casa de sus familiares en Miami, para devolverlo a las garras de Fidel Castro. Tales abusos del uso de la fuerza no sucedían en Estados Unidos antes de la llegada de Clinton y de su gente a Washington. Su legado de irrespeto al imperio de la ley es el mayor daño que nos deja Bill Clinton.

© AIPE

Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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