Menú
Carlos Ball

Gracias, Mr. Bush

Para ganar popularidad en América Latina sólo hay que repetir como loros lo que otros políticos gritan en las plazas públicas y en sus discursos televisados. Esa popularidad depende de reflejar, al menos de la boca para fuera, lo que suena atractivo a las masas y parte del éxito electoral proviene de infundir y fomentar los complejos que sienten vis-á-vis Estados Unidos. Evidencia de la hipocresía es que esos mismos políticos guardan su dinero en cuentas bancarias en Estados Unidos, o cuentas numeradas en Suiza (al inteligentemente desconfiar de sus colegas del Banco Central o ministerio de Hacienda), mientras sus esposas y familiares viajan constantemente a este país para comprar y disfrutar de cosas que sus gobiernos ponen fuera del alcance del pueblo.

En este momento, la algarabía está dirigida contra “el vaquero de Texas”, aunque 34 naciones lo apoyan abiertamente: Afganistán, Albania, Australia, Azerbaiján, Bulgaria, Colombia, Corea del Sur, Dinamarca, El Salvador, Eslovaquia, España, Eritrea, Estonia, Etiopía, Filipinas, Georgia, Holanda, Honduras, Hungría, Islandia, Italia, Japón, Portugal, Singapur, Latvia, Lituania, Macedonia, Nicaragua, Polonia, Reino Unido, Rumania, República Checa, Turquía y Uzbekistán. Sí, apenas cuatro naciones latinoamericanas aparecen en la lista, pero no es casualidad que Alvaro Uribe, Enrique Bolaños y Francisco Flores son figuras respetables en un desierto presidencial de incapaces y fracasados. Como tampoco es casualidad que muchas de las naciones que apoyan a Estados Unidos han sufrido del terrorismo marxista que personifica el dictador de Irak. Otros 15 países respaldan también a Estados Unidos de diferentes maneras, inclusive algunos permitiendo el despliegue de tropas, como Kuwait, Qatar y Bahrein.

No es mi intención aquí argumentar ni a favor ni en contra de la guerra en Irak. Eso lo están haciendo en este momento casi todos mis colegas periodistas. Me limitaré a comentar que hace unos meses me preocupaba más el crecimiento del gobierno y las amenazas a las libertades civiles dentro de Estados Unidos que el propio Saddam Hussein. Por ejemplo, creo que fue un grave error crear esa nueva e inmensa burocracia de seguridad en los aeropuertos, algo que perfectamente se ha podido subcontratar por tiempo limitado en el sector privado, ya que es virtualmente imposible eliminar una burocracia pública, una vez desaparecida su razón de ser. Esto lo describió Ronald Reagan magistralmente de la siguiente manera: “Una oficina gubernamental es lo más cercano a la vida eterna que veremos en este mundo”.

Mi tesis, más bien, es que los habitantes del mundo entero quedaremos endeudados con el presidente George W. Bush por no haber dudado en poner los intereses y la seguridad de sus conciudadanos por encima de las maquinaciones y engaños de la mal llamada “comunidad internacional”.

Si es tan difícil acabar con una oficina pública que mantiene a una burocracia dedicada a estorbar las actividades normales de la ciudadanía, imponiendo regulaciones para mantenerse ocupada, emitiendo licencias y archivando documentos, cuánto más amenazante es esa creciente burocracia supranacional, a la que sueñan en pertenecer todos nuestros ex presidentes, ex ministros y ex embajadores, cuya actual figura descollante quizás sea el ex presidente francés Valery Giscard d’Estaing, encargado de redactar una constitución socialista para la Unión Europea.

Los venezolanos están sufriendo el fracaso de la OEA en contener a Hugo Chávez y hacer que cumpla con la constitución que él mismo redactó. Argentina fue conducida a la quiebra por políticos corruptos que contaron con el apoyo del Fondo Monetario Internacional para hipotecar a futuras generaciones, violar la propiedad privada y aumentar los impuestos hasta paralizar la economía y hacer que se desplomaran las recaudaciones fiscales.

La mayor amenaza al progreso y desarrollo económico del mundo en el siglo XXI es el surgimiento de una plaga supranacional no elegida por nadie y dedicada a tratar de imponernos un gobierno mundial. Si usted no lo cree, observe con cuidado a la ONU, FMI, UNESCO, CEPAL, OCDE, BID, OIT, OPEP, Banco Mundial, Corte Penal Internacional, etc. y compare lo que esa inmensa burocracia nos cuesta con los dudosos beneficios que nos brinda.

Carlos Ball es director de la agencia © AIPE y académico asociado del Cato Institute.

En Internacional

    0
    comentarios