Menú
Carlos Ball

Ya no es la Costa de Oro

Una extraña misión norteamericana estuvo de visita en Ghana. Se trata del secretario del Tesoro, Paul O’Neill, acompañado por el cantante roquero Bono. El primero piensa que el camino a la prosperidad del mundo subdesarrollado es el libre mercado y la iniciativa privada. Bono, quien parece más bien representar a las Naciones Unidas y al Fondo Monetario Internacional, cree que sólo con ayuda extranjera puede combatirse la pobreza.


Bono —y probablemente también el lector— es demasiado joven para recordar que Ghana era una próspera colonia británica llamada Costa de Oro. Fue entonces el mayor productor de cacao del mundo, por lo cual gozaba del más alto ingreso per capita de la región. Eso cambió radicalmente a raíz de su independencia en 1957, cuando el Dr. Kwame Nkrumah, propietario del principal periódico, tomó el poder como primer ministro y luego como presidente.

Ghana fue la primera colonia inglesa en África que se independizó y Nkrumah, quien estudió en la London School of Economics, fue en los años 50 y 60 una de las más admiradas figuras tercermundistas que culpaban a los países ricos de la miseria de su gente. Nkrumah describía al capitalismo como “un sistema mundial de esclavitud financiera y opresión colonial y explotación de la vasta mayoría de la población de la tierra por un puñado de las llamadas naciones civilizadas”.

Este personaje favorito de las Naciones Unidas y de las agencias multilaterales que pronto le prestaron cientos de millones de dólares para la construcción de una inmensa represa y una industria estatal de aluminio (típico elefante blanco tercermundista) probablemente le sirvió de modelo a Fidel Castro en su campaña de más de cuatro décadas de culpar a Estados Unidos por la miseria del pueblo cubano.

Nkrumah escribió en Africa debe unirse, libro que se convirtió en la Biblia para los gobiernos de las antiguas colonias, mensajes muy parecidos a los que hoy Hugo Chávez difunde cada vez que tiene acceso a un micrófono: “Ellos [los imperialistas] eran todos rapaces... nos quitaron nuestras tierras, nuestras vidas, nuestros recursos y nuestra dignidad. Sin excepción, no nos dejaron más nada que nuestro resentimiento”.

Nkrumah pronto “nacionalizó” el cacao, pagándole precios de miseria a los campesinos que lo cultivaban y la exportación se convirtió en un monopolio gubernamental de manera parecida a como hicieron los gobiernos de México y Venezuela con el petróleo. Esto pronto disparó el poder de los políticos y se reflejó en la dramática caída de la producción, la exportación y el nivel de vida del pueblo.

Nadie quiere que su país sea una colonia extranjera, pero eso no excusa mentir descaradamente sobre hechos históricos. El recién fallecido economista P. T. Bauer documentó en su libro, Crítica de la teoría del desarrollo, que el ingreso per capita en la Costa de Oro a mediados de los años 50 era de 75 libras esterlinas, cuatro veces más que en 1890, cuando la población era apenas una cuarta parte. Países independientes como Liberia y Etiopía eran, a mediados del siglo pasado, considerablemente más pobres que las colonias, pero sigue siendo costumbre de los políticos del tercer mundo culpar a los países ricos por el fracaso de sus propias políticas socialistas.

Hoy el ingreso per capita en Ghana es de 412 dólares al año, cuando en 1960 era de 459 dólares al año (ambas cifras en dólares constantes de 1995). La triste historia de ese país —y de casi toda el Africa austral— es que alcanzó cierta prosperidad como colonia, pero ha retrocedido bajo sus pésimos gobiernos independientes. El Dr. Nkrumah, quien gobernó hasta 1966, terminó sus días en el paraíso comunista de Rumania. Aunque la situación ha mejorado últimamente, Ghana ocupa el puesto número 108 en el Indice de Libertad Económica 2002 que publican Heritage Foundation y el Wall Street Journal. Es decir, en cuanto a intervención gubernamental, impuestos, corrupción, mercado negro y respeto a la propiedad privada está peor que Paraguay (79) y Nicaragua (88), pero mejor que Ecuador (117) y Venezuela (130).

Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

© AIPE

En Internacional

    0
    comentarios