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Carlos María de Urquijo

Democracia secuestrada

El pasado veintidós de Febrero, el Lehendakari convocaba en Ajuria Enea a Instituciones y partidos democráticos con el fin de adoptar medidas para garantizar la seguridad de las personas amenazadas y recomponer la unidad democrática en la lucha contra ETA. La situación de emergencia en que nos encontramos los vascos exigía el esfuerzo de todos para salvar una democracia herida de muerte en muchos municipios de nuestra tierra. Por estas razones el Partido Popular acudió a la reunión con la mejor de las disposiciones.

Conscientes de la gravedad de la situación y padeciendo directamente las dificultades que acarrea no ser nacionalista, planteamos como primera e inexcusable medida el aislamiento político y social de Batasuna. Nos sigue pareciendo que no es de recibo que un partido político que no condena el uso de la violencia y que en muchas ocasiones participa o se sirve de ella gobierne en minoría varios Ayuntamientos ante la indiferencia de los partidos democráticos. Así pues, recuperar los Ayuntamientos para la democracia debiera ser la primera actuación conjunta para demostrar a los ciudadanos la sinceridad de nuestras convicciones y la voluntad de llevarlas a cabo.

Pero claro, una cosa es predicar y otra dar trigo. Cuando Carlos Iturgaiz puso la propuesta sobre la mesa el consenso saltó por los aires. Por desgracia los nacionalistas democráticos, cuando se trata de hacer algo más que portar una pancarta tras un atentado, son incapaces de articular una propuesta imaginativa. La triste realidad es que, por muchas declaraciones que formulen, al final siempre anteponen la unidad nacionalista a la unidad entre demócratas, aunque ello suponga el secuestro de la democracia en muchos municipios.

Pueblos en los que como Llodio, Lekeitio o Arrasate, diecisiete en el conjunto del País Vasco, sus vecinos son obligados a padecer una situación de excepción. Situación que condena a 145.000 vascos a padecer un gobierno de Batasuna en vez de disfrutar de un gobierno democrático. En el Partido Popular aunque nos acusen de poco originales y de repetitivos no vamos a cejar en nuestro empeño de exigir a los nacionalistas el coraje necesario para acompañarnos en las mociones de censura en aquellos Ayuntamientos en los que Batasuna gobierna sin mayoría absoluta.

Nos parece perfecto que seamos capaces de acordar medidas para garantizar la seguridad, para facilitar la tarea de los concejales y para dignificar nuestro trabajo, pero demandamos algo más. Queremos que la clandestinidad cambie de bando. No puede ser que quienes hemos sido elegidos por nuestros convecinos para representarles nos veamos separados de ellos por una burbuja de seguridad mientras que los que nos señalan como objetivos o se mofan de nuestros padecimientos, se pasean con toda tranquilidad por las calles de nuestros pueblos. No puede ser que permitamos esta aberración sin mover un músculo.

Entiéndaseme bien, cuando aspiro a que la clandestinidad cambie de bando no me refiero a transferir nuestra situación a los ediles de Batasuna. No quiero que la vida del concejal de Batasuna corra peligro y tenga que llevar escolta, mirar debajo del coche, olvidarse de las rutinas, etc. No me refiero a eso. Sólo quiero que pase a la clandestinidad política. De momento que no gobierne si carece de mayoría absoluta y mañana, si sigue sin respetar las reglas de juego democráticas y los jueces así lo deciden, que no se siente con nosotros en el salón de Plenos como un demócrata más.

Por eso es necesario que el nacionalismo democrático dé un paso al frente ahora y no en 2.003. Es ahora cuando los no nacionalistas estamos viviendo un estado de excepción. Es ahora cuando necesitamos sentir su cercanía y su compromiso. Por eso en la primera reunión de la recién creada Comisión para la Seguridad volveremos a plantear la necesidad de recuperar para la democracia a esos diecisietegulagsvascos. Mucho me temo que a pesar de las altisonantes declaraciones, los manifiestos éticos y los observatorios por los derechos humanos, los nacionalistas volverán a dejarnos en la estacada. Ojalá me equivoque.

Carlos María de Urquijo es parlamentario vasco del PP y portavoz de este partido en el Ayuntamiento de Llodio

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