Un año más, la baronesa Thyssen ha viajado hasta Málaga para pasar unos días de Semana Santa y disfrutar de sus procesiones.
Uno de los asuntos que tenía pendientes era hacer una visita a la cofradía de la Hermandad de El Cautivo, donde fue recibida por sus miembros. Como es tradición, estampó su firma en el libro de honor y a continuación tuvo unas palabras de agradecimiento. Según me cuentan, tuvo un momento de debilidad y las lágrimas aparecieron en sus ojos cuando vio la firma de su hijo Borja, que también estuvo invitado hace unos años por la misma hermandad.
Carmen Cervera siempre se ha declarado una persona creyente y católica practicante. Hasta se atreve a comentar que reza por su hijo cada día para recuperarle, cuando lo más fácil sería mantener una conversación con Borja, para solucionar los problemas que los mantienen separados. Unos problemas que, según la propia Tita, le hacen sufrir más cada día.
No entiendo que una persona que presume de ser tan pía, prefiera ver a su hijo divorciado y romper la familia que el propio Borja ha formado con Blanca y que a día de hoy son felices con sus hijos.
Lo normal sería que se sentaran a hablar y buscar soluciones a los grandes problemas que les mantienen separados. Y sobre todo, apoyar el matrimonio de su hijo, respetar a su nuera y dejar de decir que Borja está muy mal aconsejado. Si eso fuera así, la relación entre ellos no sería tan buena.
Blanca y Borja, a pesar de la ridícula guerra que les declaró Carmen hace años, forman un matrimonio estupendo, siempre se les ve juntos y encantados de la vida. La única que está perdiendo es la propia baronesa, que no se da por vencida, y continúa empecinada en no admitir a su nuera.
Ella sabrá lo que hace, aunque la procesión vaya por dentro. Nunca mejor dicho en estas fechas.