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Fausto Fernández ha encontrado la clave de los problemas de Madrid: “el egoísmo y la competencia”. Manuel Vázquez Montalbán aseguró que el líder de Izquierda Unida es un hombre “brillante”.

Una atávica propensión socialista estriba en la desvalorización moral del prójimo y en condenar las virtudes de la libertad. No parece, en efecto, que nuestro tiempo destaque por ser más egoísta que tiempos pasados, ni nuestra sociedad por ser más egoísta que sociedades alternativas. La generosidad del señor Fernández y las personas de izquierdas no parece sustancialmente mayor que la de otros seres humanos. ¿Por qué, pues, predica?

La explicación quizá resida en los vicios que atribuye (sólo) a la sociedad abierta: como él se opone a dicha sociedad, y a sus aspectos más terribles como “la competencia”, entonces él atesora la virtud.

Sin embargo, don Fausto da por supuesto lo que debe demostrar. No es evidente que la competencia libre sea mala; al contrario, está asociada con la prosperidad y la libertad, y también con la atención a los demás: a pesar de las diatribas contra el egoísmo en el mercado, allí hay que satisfacer las necesidades de los demás, porque los demás son libres de pagar o no. Otra cosa distinta es la competencia política, donde se compite por la coacción sobre el dinero ajeno. Pero no es probable que cuando el señor Fernández despotrica contra “el egoísmo y la competencia” se esté refiriendo a lo que queda fuera de la economía de mercado, o sea, la política, y la propia Izquierda Unida, sin ir más lejos.

Que toda esta distorsión izquierdista le resulte “brillante” a Vázquez Montalbán podrá asombrar, pero, claro, es el mismo don Manuel que no reprochó el tono mafioso e intimidatorio de doña Ruth Porta; al contrario, describió a esta dama como “una heroína de la defensa de Madrid contra fascistadas pasadas y presentes”. Señor, qué disparate.

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