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Carlos Rodríguez Braun

Competir

ni las empresas por su cuenta pueden fijar cualquier nivel de precios de manera prolongada y sistemática, ni los países pobres lo son fundamentalmente por las usurpaciones de la economía extranjera

David Lorente Pérez, presidente de la Unión de Agricultores y Ganaderos de La Rioja, escribe una carta a El País lamentándose: "Nos vemos obligados a competir en un mercado mundial dominado por las grandes multinacionales de la industria agroalimentaria, que ponen precios ínfimos para los costes de producción occidentales, mientras explotan mano de obra barata y roban la tierra a los campesinos del sur".
 
Lo primero que llama la atención es la habitual demonización demagógica de las empresas multinacionales, que al parecer hacen exactamente lo que quieren sin cortapisa alguna. Ellas fijan los precios a una escala "ínfima" en comparación con los costes de producción de los países ricos, y en los países pobres roban y explotan. Esta visión paternalista está muy extendida pero carece de fundamento: ni las empresas por su cuenta pueden fijar cualquier nivel de precios de manera prolongada y sistemática, ni los países pobres lo son fundamentalmente por las usurpaciones de la economía extranjera, sino de la política nacional.
 
Y lo más notable de esta declaración son las cinco primeras palabras: "Nos vemos obligados a competir". Si hay un sector en donde esto es falso es precisamente el primario, puesto que en todos los países ricos –Estados Unidos, la UE y Japón- sucede al revés y la alianza entre políticos ylobbiesda lugar a regímenes proteccionistas que impiden la competencia y obligan, ellos sí, a los ciudadanos a pagar torrentes de dinero a los agricultores en términos de subsidios y alimentos caros.
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