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Carlos Rodríguez Braun

Costosa libertad

¡facilitar el matrimonio a los homosexuales pero dificultar a todos los matrimonios que hagan la compra los domingos!

El anteproyecto de ley que ha preparado el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio sostiene que la apertura generalizada de los comercios en festivos aumentará los precios. La aparentemente sencilla argumentación es la siguiente: dicha apertura elevará los costes variables en mayor proporción que las ventas y, como los márgenes de las empresas son inalterables, dicha subida no compensada de costes se trasladará a los precios.
 
Se trata de una nueva muestra de la insolvente arrogancia a que conduce el hábito macroeconómico de pensar sólo en grandes sectores como bloques de conducta uniforme y fácilmente predecible, con lo que la política puede actuar sobre ellos sin provocar más que consecuencias deseadas y deseables.
 
Pero un poco de reflexión permite abrigar serias dudas sobre la existencia de un "sector" del comercio petrificado de tal suerte, y sobre las virtudes de la política para organizarlo arbitrariamente en pro del bien común. No existe, en efecto, un sector sino innumerables empresas distintas cuyos avatares ante una mayor competencia son imposibles de prever con exactitud, entre otras razones porque esa misma mayor competencia modificará sus estrategias, y si podrá perjudicar a algunas empresas, también beneficiará a otras. No se puede saber a priori cómo funcionarán las ventas de cada una, pero sí cabe predecir que en el mercado ellas no se suicidarán, es decir, no reaccionarán como burocracias planificadas que se limitan, pase lo que pase, a determinar sus precios simplemente cargando un margen definido sobre sus costes; si no van a ser burocracias (como algunas de ellas quieren) sino empresas, sobrevivirán y prosperarán en la medida en que estén alertas para cambiar, superar contratiempos y aprovechar oportunidades.
 
Este proceso de disposición, anticipación y cambio es precisamente lo que hace que las empresas en competencia se afanen por servir al público y no puedan hacer lo que les dé la gana con las condiciones y precios de venta. Por eso el mercado beneficia a los consumidores, esa gran mayoría sistemáticamente ignorada por los políticos, en especial por los que se golpean el pecho en favor de "los humildes" pero han llegado a la extraña conclusión de que la mejor forma de ayudar a los humildes es ¡facilitar el matrimonio a los homosexuales pero dificultar a todos los matrimonios que hagan la compra los domingos!

En Libre Mercado

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