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El océano Atlántico no discrimina, y en sus dos orillas refulge el disparate económico. El gran escritor mexicano Carlos Fuentes afirmó que América Latina debe “volver sus ojos a Europa, que nos da la alternativa al capitalismo salvaje norteamericano”, porque en Europa “el mercado no es un fin en sí mismo sino el medio para conseguir justicia y desarrollo”. Ni corto ni perezoso, José Luis Rodríguez Zapatero, el líder del socialismo español, sostuvo que “no hay que satanizar ni glorificar la globalización”, y que “hay que recuperar el protagonismo de la política”.

Empecemos por Fuentes. La expresión capitalismo “salvaje” es llamativa por dos razones fundamentales. Primero porque es literalmente falsa: en la selva no hay capitalismo, y es evidente que el capitalismo necesita ingredientes muy poco selváticos, como la justicia, el respeto por los derechos humanos y la libertad. Y segundo, por una bella asimetría, típica del pensamiento izquierdista: ¿a que jamás ha oído usted hablar del socialismo salvaje? Lo malo, ya se sabe, es el capitalismo.

El modelo europeo como benévola alternativa al presuntamente cruel modelo norteamericano -con menos impuestos y con un paro exiguo- no es más que la expresión del desconcierto y la mala conciencia de los intelectuales antiliberales, que creen seriamente en la superioridad de un sistema que castiga a los trabajadores con el desempleo, por un lado, y con los impuestos, por otro. A pesar de ello insisten en la bondad del Welfare State.

En fin, Carlos Fuentes alega que la alternativa al intervencionismo es el mercado como “fin en sí mismo”, lo que prueba, una vez más, la sistemática y abrumadora ignorancia de los enemigos de la libertad, que masivamente concluyen que como el capitalismo es perverso, por hipótesis, entonces están habilitados para decir cualquier cosa. No obstante, como sabe cualquier persona mínimamente informada sobre estos asuntos, jamás el liberalismo ha concebido al mercado como un fin en sí mismo. Nunca.

Y nunca es tarde si la dicha es buena, y el que los socialistas con Rodríguez Zapatero inyecten en su embotada ideología un poco de liberalismo ha de ser saludado. Ahora bien, les falta mucho por recorrer. Por ejemplo, les falta dejar atrás la absurda idea de que la equidistancia lo resuelve todo; desgraciadamente, no es así, y hay que pensar. No vale escurrir el bulto con una vacua e insustancial tercera vía, y argüir que a la globalización no hay que satanizarla ni glorificarla: pareciera que estamos condenando dos extremos irracionales, desde un acertado punto medio. Y es un error, porque si la globalización significa algo, significa mayor libertad para que los seres humanos se comuniquen entre sí, se desplacen, compren y vendan, ahorren e inviertan. Si esto es así, esto simplemente es plausible, y plantear un equidistante recelo quebranta el viejo principio aristotélico del punto medio, que no era un centrismo mentecato sino la virtud entre dos alternativas igualmente rechazables, lo que obviamente no es el caso de la globalización.

Por último, la consigna socialista de “recuperar la política” es sencillamente un insulto a la inteligencia. Los políticos mandan en España y Europa sobre más del 40 por ciento del PIB de modo directo, y sobre casi todo el PIB de modo indirecto. Aparte del buen sentido ¿qué es, pues, lo que los socialistas han perdido y quieren recuperar?

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