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Carlos Rodríguez Braun

El capitalismo de casino

El mercado, como señaló hace medio siglo el periodista norteamericano Henry Hazlitt, no es un casino. La característica básica del casino es que el riesgo es claro, es el mismo para todo el mundo y es conocido de antemano.

Los recelosos de la libertad están echando unos ratos muy agradables a cuenta de la crisis. Por ejemplo, el líder socialista portugués Mario Soares despotricó contra "el capitalismo de casino, la teologización del mercado, la globalización descontrolada, sin reglas éticas ni la menor preocupación social ni ambiental, la globalización neoliberal, sin regulación alguna". Es difícil juntar más tonterías en menos espacio.

Para cualquier persona no cegada ideológicamente, en efecto, es absurdo hablar de un mundo económico "sin regulación alguna". Es falso por completo, y sólo cabe creer en esa falsedad desde el puro prejuicio conforme al cual la coacción política es lo que comporta la ética y las preocupaciones sociales y ecológicas. Al revés de lo que dice Soares, es él quien teologiza la coacción y demoniza la libertad, sin atenerse a los hechos.

Pero concentrémonos en la metáfora del casino, popular en nuestros días, y en realidad antigua, puesto que ya la utilizó Keynes para referirse al mercado libre en su Teoría General de 1936. Lo interesante del caso es que el pensamiento único repite la metáfora como un loro sin pensar en ella. Porque el mercado, como señaló hace medio siglo el periodista norteamericano Henry Hazlitt, no es un casino. La característica básica del casino es que el riesgo es claro, es el mismo para todo el mundo y es conocido de antemano. Ninguna experiencia y ninguna expectativa y ninguna acción es capaz de cambiar las probabilidades de ganar en el casino, que son definidas estadísticamente. Ningún mercado es así.

Es curioso que con tanto énfasis en el casino, la corrección política no sea capaz de subrayar el aspecto institucional más generalizado de los casinos, que sí tiene algo importante que ver con la economía de nuestro tiempo: muchos son públicos y todos están severamente regulados por las autoridades.

En Libre Mercado

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