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Evoqué a nuestro Tomás de Iriarte viendo un dibujo de Forges en El País: uno de sus personajes se queja de que le han robado la cartera, y añade: “esto del Fondo Monetario Internacional es de juzgado de guardia”. En la condena al FMI, Forges y muchos otros aciertan como el burro de la fábula: por casualidad.
 
El odio al FMI deriva de que se lo identifica con el capitalismo. Las huestes progresistas se apresuran, por tanto, a censurarlo. Pero en realidad el FMI es lo contrario, y por eso debería ser criticado, aunque nunca lo es. Organizado por políticos, el FMI es una burocracia que atiende a criterios políticos. Tontamente acusado de “liberal”, el FMI no ha sido liberal nunca, y hasta hoy propicia políticas económicas antiliberales, como, típicamente, subir los impuestos.
 
¿De dónde creerá don Forges que obtiene su financiación el FMI? Como es político, consigue su dinero obligando a los ciudadanos a pagar. Dichos contribuyentes forzados a entregar sus carteras son, sobre todo, norteamericanos. Esto es condenable pero está, probablemente, lejos de las solidarias y progresistas inquietudes de Forges.
 

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