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No hubo forma de seleccionar a un solo galardonado con el Premio a la Tontería Económica de la Semana: el aluvión de candidatos fue tal y sus merecimientos tan copiosos que sería una grave injusticia silenciar a alguno de ellos. Aquí van, uno tras otro, en todo su esplendor.

El humorista “Forges” es una de las razones por las cuales esta columa podría (¡Dios no lo quiera!) aparecer a diario: virtualmente no hay caricatura suya que eluda el dogmatismo económicamente correcto. Esta semana refulgió con un dibujo de un cerdo hablando por teléfono. “Un gorrino con móvil”, dice una de sus clásicas señoras con pañoleta, y la otra responde “los hay a miles”. El móvil, que ha generado incontables puestos de trabajo y ha facilitado la comunicación y la vida de millones de personas, fue así ridiculizado conforme a la más atávica tradición del pensamiento reaccionario, siempre opuesto a la tecnología, que siempre es aliada de la libertad.

Aliados del disparate fueron los científicos de la Fundación Independiente, que clamaron por un “Pacto Social por la Ciencia y la Tecnología”. Es curioso el abuso de la palabra “social” cuando en realidad lo que se quiere decir es “política”, porque lo que tales científicos solicitaron fue, esperablemente, más dinero público y, también esperablemente, cifrado en un porcentaje del PIB. Quieren que el gasto en I + D sea el 2 % en vez del 1 % del PIB. ¿Quién podría oponerse? No los contribuyentes, a quienes no se pretende consultar sino saquear. Por su propio bien, claro.

En la misma línea abundó José Manuel Fernández Santiago, vicepresidente y portavoz de la Junta de Castilla y León, que se lio la sociedad a la cabeza y aseguró que “los ciudadanos están demandando un canal autonómico”. Según don José Manuel los ciudadanos, nada menos, están exigiendo que las Administraciones Públicas les arrebaten aún más dinero para que los políticos puedan tener aún más medios de comunicación. Notable.

También notable, y rechazable, resultó Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, el celebrado bodrio izquierdista, que afirmó: “Internet está derivando cada vez más hacia un mero centro comercial”. Pero, veamos ¿por qué es tan nauseabundo el “mero” comercio, un lugar donde vamos a comprar si queremos, y que en competencia satisface nuestras necesidades mediante transacciones libres que propician el bienestar de todos. ¿Qué es esta insensatez tribal según la cual el comercio es perverso? Y la alternativa a las tiendas, es decir, el intervencionismo del poder político ¿qué es?, ¿pura benevolencia?

También criticó a los centros comerciales José Saramago, deplorando que “vivimos en un mundo donde la explotación ha alcanzado fórmulas diabólicas”. No, no se refería al comunismo, no se refería a Cuba, cuyo diabólico régimen aplaude. Se refería al capitalismo.

En fin, y hablando ya no de economía aunque sí de Cuba, poco antes de que Fidel Castro se negara a firmar con los demás países iberoamericanos la condena al terrorismo etarra, lamentó Eduardo Haro Tecglen el castigo “horrible” que padece la población de Cuba. No, tampoco se refería al comunismo: manifestó seriamente que dicho castigo no es debido tanto a Castro como al ¡exilio de Miami!

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