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Según tituló El País: “El campo pide un nuevo seguro agrario que garantice las rentas”. Y en el mismo periódico José Vidal-Beneyto, gran benefactor de esta columna, afirmó que se ha “acentuado radicalmente la dependencia económica de EEUU del resto del mundo”, porque sus importaciones han aumentado.

¿Cómo es eso de que “el campo pide”? Se trata de una muestra notable de retórica colectivista, corporativista e incluso fascista –lo que sin duda inquietará al redactor progresista que compuso el titular- que divide cualquier sociedad en grupos presuntamente legítimos y representativos, a los que se concede capacidad de actuar, pensar, pedir.

Obviamente, empero, no se trata de “el campo” sino de lobbies de empresarios agrícolas no competitivos, que exigen que el Estado fuerce a los ciudadanos a que los protejan. Y lo hacen del modo más descarado. Reclaman, directamente, una rentas garantizadas, es decir, lo que por definición un empresario no puede tener. Los trabajadores pueden contratarse a cambio de un salario fijo y garantizado; los beneficios empresariales no son así, en competencia, pero la competencia es lo último que les interesa a estos “empresarios”.

Y lo último que se le ocurre al señor Vidal-Beneyto es pensar que no haya nada de malo en importar cosas –salvo que uno sea un franquista redomado y adorador de la autarquía, otra referencia que inquietará a cualquier progresista.

Tiene don José la curiosa idea de que la clave es la industria, y de que es muy peligroso el “déficit industrial”, cuando en realidad el peso de la industria ha caído en EEUU, y en todos los países del mundo que han prosperado –por ejemplo, en España.

El colmo del disparate del ilustre columnista de El País es creer que el debilitamiento industrial norteamericano “explica que en California haya escasez de electricidad”. No, señor, la escasez se debe a que los políticos cedieron a las presiones de los ecologistas antiglobalizadores, grandes amigos de Vidal-Beneyto, y dificultaron la construcción de nuevas centrales, justo cuando la economía estadounidense se embarcaba en una fase de crecimiento, gracias a las reformas liberalizadoras de Ronald Reagan. Más demanda de energía y menos oferta = apagones.

(P.S. Para Francisco Xabier, de La Coruña: he perdido tu mensaje de correo electrónico. Por favor, envíamelo otra vez.)

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