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Carlos Rodríguez Braun

Gobierno bueno y capitalismo sórdido

Veamos, si sólo una ley, un texto votado en un Parlamento, desata tal torrente de prosperidad que agota toda la mano de obra disponible, ¿cómo es posible que existan aún la pobreza y el paro?

Me entero gracias a El País que la Ley de Dependencia es tan buena que las complicaciones que puede padecer son producto de su propia bondad; y que lo sórdido es el capitalismo cuando produce alimentos.

Tituló el periódico sobre el negocio de la Ley de Dependencia: "El sector creará 300.000 empleos, con miles de millones de facturación, pero ve muy difícil conseguir tanta mano de obra ni en España ni el exterior."

Lo curioso es que a los redactores de esta noticia no se les haya ocurrido pensar que habían topado con la piedra filosofal, con un maná milagroso que permitiría por fin resolver todos los problemas. Veamos, si sólo una ley, un texto votado en un Parlamento, desata tal torrente de prosperidad que agota toda la mano de obra disponible, ¿cómo es posible que existan aún la pobreza y el paro?

En las páginas de cine, a propósito del libro Fast food de Eric Schlosser, el diario comenta: "Concienzuda investigación sobre el sórdido funcionamiento de una industria alimentaria capaz de reducir el capitalismo al grado cero de su medular sordidez."

Impresionante retórica, sin duda. Una industria ha conseguido elaborar alimentos sabrosos y demandados por el público, unos alimentos que permiten ahorrar dinero, puesto que son baratos, y tiempo, puesto que se preparan rápidamente. Uno diría: esto está muy bien y debería ser saludado por los progresistas amigos de los trabajadores. Pues no, la verdad es justo la contraria, y los llamados progresistas han detestado siempre la comida rápida. Pero, en fin, también es verdad que jamás se han destacado por condenar la "medular sordidez" del socialismo.

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