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Gaspar Llamazares, coordinador general de Izquierda Unida, ha sido con justicia criticado por la confusión intelectual y la patología moral que supone equiparar, como hacen él y los comunistas, a los terroristas con quienes se defienden, y a un fanático despótico y criminal como Bin Laden con un gobernante democrático como George Bush. Eso no es “pacifismo”, noble doctrina que busca preservar la paz, sino desvarío. Pero el dislate comunista también es económico, y por eso Llamazares censuró “el desorden que los talibanes del neoliberalismo han contribuido a crear. El mundo de los fundamentalistas del mercado es el desorden, la inseguridad, la incertidumbre. Es la sociedad del riesgo”. Analizaremos esta monstruosa declaración en su forma y contenido.

La forma es reveladora porque, otra vez, identifica extremos no equiparables. Según las palabras de Llamazares, los talibanes y los fundamentalistas islámicos, caracterizados por el ejercicio o la justificación de la violencia criminal, la negación de los derechos humanos y la opresión de la mujer, son en realidad idénticos a los liberales, que Llamazares denomina “talibanes” y “fundamentalistas”, a pesar de que ni en la teoría ni en la práctica es legítimo equipararlos.

El fondo de su declaración es también interesante, por las cuatro dimensiones terribles que según este líder izquierdista padece el mercado: desorden, inseguridad, incertidumbre y riesgo (en otro contexto supongo que habría añadido: explotación, robo, etc.).

El mercado es desorden en el sentido de que no hay nadie que lo ordene porque reina la libertad, y nadie manda cuánto hay que producir y de qué cosas y a qué precios, pero no es desorden en el sentido de que todas las conductas están permitidas. Al contrario, no hay mercado que no esté restringido por las leyes, la justicia y los contratos.

El mercado es inseguro en sus resultados, no en sus fundamentos. Es inseguro porque nadie puede imponer a los demás sus bienes y servicios: deberá persuadirlos para que los compren. Pero es seguro porque la propiedad y las transacciones están protegidas por la ley.

La incertidumbre y el riesgo son, efectivamente, inseparables del mercado, pero, al contrario de lo que dice Llamazares, son virtudes del mercado, que éste premia con beneficios si se plasman en cosas que la sociedad demanda.

Y por fin, ya que Llamazares critica tanto al mercado, habría que preguntar, como decía Groucho Marx: oiga ¿comparado con qué? Porque si comparamos el mercado con el no mercado, es decir, con el comunismo, podemos comprobar cómo operan esas cuatro deficiencias. En el comunismo no hay desorden porque siempre se concreta en una dictadura que impone por la fuerza un orden despótico. En cuanto a la inseguridad, la incertidumbre y el riesgo, existen en el comunismo para todos los amantes de la libertad, a quienes el sistema no sólo no premia sino que castiga con violencia brutal.

En Libre Mercado

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