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Carlos Rodríguez Braun

Neoindividualismo

Muchos analistas sostienen que es falso, y que el progreso de las últimas décadas en países muy poblados, como China e India, ha reducido la desigualdad

María José Fariñas Dulce, profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid, escribe un artículo en El País sobre lo mal que va el mundo por culpa del “neoindividualismo” del mercado y el capital. Y avala su diagnóstico con la contundencia de los datos. Afirma: “Hasta 1960 había en el mundo un rico por cada 30 pobres; hoy la proporción es de un rico por cada 80 pobres”. ¿Vamos cada vez peor? Veamos lo que puede estar diciendo esta profesora.
 
Primero, vamos cada vez peor porque cada vez hay más pobres. Sin entrar por el momento en la definición estadística de “pobre”, esta afirmación elude el porcentaje de pobres sobre la población total. Viven hoy más pobres porque vive hoy más gente, algo que espero que la distinguida profesora no deplore, pero la proporción de pobres ha disminuido. Lamentar el aumento del número absoluto de pobres es como deducir que como mueren más pacientes en los hospitales hoy que en la Edad Media, la sanidad medieval era mejor que la actual.
 
Segundo, vamos cada vez peor porque los pobres que hay son más pobres que antes. Esto no parece cierto: prácticamente cualquier variable con la que definamos las condiciones de vida prueba que éstas hoy son mejores que antes, también para los pobres.
 
Tercero, vamos cada vez peor porque aumenta la desigualdad. Esto es lo que parece sugerir el dato que brinda la profesora. Muchos analistas sostienen que es falso, y que el progreso de las últimas décadas en países muy poblados, como China e India, ha reducido la desigualdad. Pero dejemos esto de lado y respondamos a doña María José con sus cifras: en 1960 había en el mundo un rico por cada 30 pobres y hoy hay un rico por cada 80 pobres, ergo estamos peor. Según su propio razonamiento, cuantos menos pobres haya por cada rico, mejor. Durante el grueso de la miserable historia del género humano, simplemente no hubo ricos: todos eran pobres. Este escenario, cabe esperar, le gustará, puesto que no había ningún pobre por cada rico.
 
Ahora supongamos un escenario eventual en el que todos los pobres del mundo tienen el mismo nivel de vida que disfruta hoy Bill Gates. Pero hay un rico rico rico riquísimo, llamémoslo William Porticos, que es espectacularmente multimillonario, incluso más opulento que toda la humanidad junta. Tendríamos, pues, un solo rico junto a todo el planeta viviendo como Bill Gates. Lógicamente, la profesora se mesaría los cabellos ante tan injusta desigualdad provocada por el neoindividualismo desbocado.

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